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OPINIÓN - DOMINGO, 10 DE FEBRERO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Pedro Gordillo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Lo veo en la primera de este periódico presidiendo la Comisión de ese Plan Especial que tiene como objetivo “volver como un calcetín las barriadas del Príncipe Alfonso y Felipe”. Tratan los miembros de la comisión, junto con los técnicos, de cambiar radicalmente la faz de ambos lugares. Lo cual es afrontar un reto tan necesario como portador de grandes satisfacciones para quienes tienen responsabilidades de primera mano en tan complejo cometido.

Pero no es mi deseo hablar del proyecto porque yo no tengo la menor idea de cómo les será posible a los técnicos convertir esas barriadas en motivo de orgullo de sus moradores. Si bien, como visitante asiduo de ambos sitios que fui durante una época, me agrada sobremanera que por fin se vaya a comenzar una obra cuyos vecinos llevaban ya muchos años pidiéndola a gritos.

De lo que yo quiero hablar hoy es de la persona que preside esa comisión del Plan Especial: o sea, de Pedro Gordillo. Con quien anduve mucho tiempo sin el menor interés por cruzar ni siquiera una palabra. No obstante, mentiría si dijera que no he seguido sus actuaciones como político destacado y asimismo en posesión, actualmente, de un poder indiscutible en el Gobierno de la Ciudad.

Y he llegado a la conclusión de que el presidente del PP en Ceuta, y consejero de la Presidencia, está viviendo los mejores momentos de su ya dilatada trayectoria como persona pública. Es verdad, pues negarlo sería mentir, que por su forma de ser ha dejado en su camino un montón de heridos en combate que le odian sin la menor cordialidad. Vamos, que si pudieran lo correrían a gorrazos desde la Avenida de Sánchez-Prados al Príncipe, y viceversa. Lo cual es algo tan sabido y asumido por Gordillo que no creo le cause ningún trauma el que yo se lo recuerde.

La vehemencia del presidente del PP es más que conocida. Y sus prontos son temibles. De ahí que cuando le da por arrebatarse le cueste tanto controlarse. No cabe la menor duda de que estoy hablando de un hombre que al apasionarse por cualquier motivo las palabras le salen atropelladas, en ocasiones. En realidad, suele dejarse llevar por la emotividad. Lo mismo que otros compañeros suyos son gélidos por sistema. Pues bien, a pesar de su forma de ser, tan criticada, nunca ha perdido las riendas de su partido.

Sin embargo, su deseo de abandonar el Senado para convertirse en diputado y en cargo importante dentro del Gobierno de la Ciudad, despertó más que dudas acerca de cómo iba a encajar dentro del organigrama del presidente de la Ciudad. Incluso los había que apostaban doble contra sencillo a favor de que pronto su presencia diaria en el Ayuntamiento se convertiría en un obstáculo para la forma que tiene Juan Vivas de enfocar los asuntos.

Días pasados tuve la oportunidad de charlar con alguien que está capacitado para opinar sobre cómo ha sido el laborar de Pedro Gordillo durante los meses que lleva deambulando por los pasillos de la Casa Grande como consejero de la Presidencia. Y puedo decir que me hizo el artículo de éste. No cabe contar aquí todo lo que me dijo de positivo en relación con Gordillo. Y aunque lo deseara carezco de espacio. Pero me soltó esta perla: “La deliberación es trabajo de muchos. La decisión, de uno solo”. Y Gordillo ha hecho suya la cita de Charles de Gaulle.
 

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