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OPINIÓN - DOMINGO, 17 DE FEBRERO DE 2008

 
OPINIÓN

La importancia de la pluralidad

Por Ramón Ros


La democracia, ese sistema definido por Churchill como el peor si exceptuamos todos los demás, tiene su base y sustento en la garantía de la pluralidad y en el respeto a todas las ideas y opiniones, así como en la posibilidad real de que todas puedan estar representadas en los diferentes ámbitos de la vida social, política y económica.

El acoso e intento de exterminio de la competencia, cualquiera que sea esta, sólo es producto de mentes enfermas que no pueden tener cabida en nuestro sistema de libertades y es obligación de todos, pero más de quien representa el poder público, erradicar cualquier conducta que pretenda la preponderancia basada en el abuso de poder.

En las sociedades modernas es preciso habituarse a la competencia, reconociéndola como el mejor incentivo para el desarrollo de cualquier comunidad. Competencia política, que permite al ciudadano elegir entre varias ofertas. Competencia informativa, que garantiza la veracidad de la información. Competencia comercial, que beneficia al consumidor y un sin fin de etcéteras.

Pero la competencia se hace en positivo, como el atleta que compite frente a otros a base de esfuerzo y preparación, nunca con trampas o zancadillas, es decir, ofreciendo lo mejor de uno mismo y no dejando aflorar los peores instintos del ser humano, que se deshumaniza cuando se transforma en lobo y resulta feo en su apariencia y repugnante en su forma de comer.

Lo contrario de la competencia es el monopolio, paraíso de los acomodados que se aterrorizan ante cualquier intento de ruptura entre el pasado y el presente, que pretenden en última instancia preservar su poltrona disparando contra todo aquel que intente, como si fuera ello un delito de magnicidio, ocupar un espacio que consideran exclusivamente suyo y para defenderlo serán capaces de todo, de todo lo sucio y de todo lo inmundo. Lo cierto es que les pueden dar la razón temporalmente algunos sátrapas desnaturalizados, como el aceite de colza, dedicados a ejercer el poder del mismo modo. Pero jamás la justicia, la independiente, les dará el conforme, porque ella no protege intereses privados como la satrapía, sino la ley y su cumplimiento.

En cualquier lugar civilizado del mundo, el nacimiento de un medio de comunicación es saludado con alegría, porque ello acrecienta ese gran valor de la libertad en la que tan pocos creen en el fondo cuando se sienten alguien. Pero ser alguien tiene mucho que ver con lo que se es y muy poco con dónde se está, porque es una cuestión que nada tiene que ver con el cartel que se cuelgue a la puerta de un despacho o con el número de personas que por necesidad peloteen al que se cree dueño del cartel, que serán las mismas que escupirán en su tumba de ostracismo cuando se lo puedan quitar de encima, más pronto que tarde, como ya ocurrió y volverá a ocurrir.

Pero en Ceuta, hay quien se empeña en ir contracorriente de la modernidad, de la pluralidad y, sobre todo, que se niega a aceptar las reglas de la competencia, pretendiendo mantener un diabólico monopolio basado en la mentira, en el oportunismo y en algún que otro apoyo pseudopolítico que puede ser más bien un producto caducado.

De esto, que pueden parecer conceptos etéreos, vamos a seguir hablando en las próximas semanas y meses, porque va a ser necesario y porque ya va siendo hora de que cada uno sea sólo lo que sea capaz de hacer y ofrecer y no lo que sea capaz de intrigar o manipular o, incluso, amenazar.

Hablemos en positivo y vayamos hacia adelante. ‘El Pueblo de Ceuta’, este diario de información basado en el rigor y en el esfuerzo de los profesionales que lo integran, sin ir contra nadie y siempre a favor de la pluralidad, ha superado con creces todas las pruebas de calidad que una sociedad moderna le exige a un servicio como el de la información y gracias a ello es un referente insustituible en el tratamiento de la misma para Ceuta y los ceutíes, tanto los que residen en ella como los que, por las razones que sean, han fijado su residencia al otro lado del Estrecho, pero siguen con interés todo lo que pasa en su ciudad. Es pionero igualmente en penetración a través de la red, en multimedia y en las instalaciones que permiten una lanzadera informativa del potencial que hoy representa esta cabecera. Además ha mantenido con orgullo y a veces, más de las deseadas, contra viento y marea, una coherencia en el tratamiento de la información irreprochable y a pesar de lo visto y oído sólo sigue pretendiendo fomentar la pluralidad sin ninguna infame intención de sustituir a nadie. Sólo pretende seguir prestando ese servicio público que de no hacerse desde este periódico habría que inventar, porque de no ser así se seguiría respirando el viciado aire emanado de las “ventosidades” de algunos “bishos”, que encima pretenden cobrar por atufarnos a todos.
 

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