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sociedad - MIÉRCOLES, 20 DE FEBRERO DE 2008


militar realizando practicas. archivo.

castrense
 

La vida secreta de las palabras

Alrededor de 400 familias viven desde la
ciudad autónoma el último capítulo de independencia acontecido en Kosovo; enganchados al teléfono esperan la voz de su padre, hermano, marido o hijo
 

CEUTA
Luis Parodi
local
@elpueblodeceuta.com

No es difícil encontrar en Ceuta a familiares que vivan en primera persona la marcha de un allegado a la misión humanitaria de Kosovo. Son más de 400 los desplazados de la guarnición ceutí que desempeñan esta misión a más de 4.000 kilómetros de sus casas. Esto era algo casi rutinario para el Ejército de Tierra español: enviaban un contingente y a los seis meses eran sustituidos por otro del mismo número preparado para cualquier acontecimiento.

No suelen ser los Balcanes una tierra nefasta para la vida de los militares, pero el panorama ha cambiado en la última semana. Kosovo, región, órgano perteneciente al cuerpo serbio, declaró hace unos días, unilateralmente, su independencia. Este acontecimiento estaba pronosticado, de la misma manera que los sismólogos alertan de un tsunami o un terremoto horas antes de que se produzca. Los movimientos de tierra en la región albanokosovar han provocado una erupción del volcán y sus habitantes han salido a la calle como la lava. Lo peor de esto es que el magma caliente se expande y el mundo entero se ha hecho eco de la coyuntura kosovar, de tal modo que ha ocasionado el debate nacional en las principales potencias occidentales y orientales. Este enfrentamiento se concreta más aún en el terreno serbio, donde ha sentado muy mal el desafío lanzado desde la región kosovar. En este terreno de tierra, habitado por dos millones de personas, viven, desde hace un par de meses ya, 400 militares provenientes de la guarnición ceutí, la mayoría de ellos, caballas de nacimiento o adopción.

¿Cuál es el papel de los militares dentro del conflicto? En principio, mantener el estado de paz, ayudar humanitariamente a los más desfavorecidos y, por último, proteger a las minorías. Es la primera vez en muchos años que se reduce el número de permanencia de los destacados en el país extranjero. Esta vez, los españoles estarán cuatro meses en Kosovo, por los seis anteriores, aunque la hija de uno de los pocos legionarios destacados, de 18 años y trabajadora de la tienda de ropa Terranova, dice haberse enterado de que “van a estar un mes más de lo previsto”.

La distancia hace del teléfono un elemento imprescindible en la vida de las familias y sus cónyuges destacados. Es el ‘cable umbilical’ lo que los une a diario. Las conversaciones son cortas, pero intensas. “Sólo hay tres teléfonos disponibles”, asegura Maika, mujer de uno de los militares. ¿Qué hay detrás de esas conversaciones? Sólo ellos lo saben, es la vida secreta de las palabras lo que deja latente el corazón de cada uno de ellos cuando se cuelga el teléfono. Maika prefiere no revelar la identidad de su marido, ni el cuerpo al que pertenece en Ceuta. Sí asegura que su marido trabaja casi de forma continua en uno de los despachos de la base España, situada en Istok. “No sé qué independencia quieren los kosovares, porque no tienen ni luz ni agua, dependen exclusivamente de Serbia”.

Otra familiar, la hermana de un soldado de Regulares, Dunia, asegura no haberse enterado siquiera de la independencia declarada por el primer ministro kosovar. “Con todo el jaleo de la tienda no tengo tiempo de ver la televisión y mi hermano, cuando hablamos, no me cuenta nada de esto”. Ellos suelen guardar silencio para no preocupar a sus familiares, ‘ojos que no ven corazón que no siente’, deben pensar. “Siempre aseguran que la cosa está tranquila”, aunque ahora mismo la tensión en la región albanokosovar -para seguir cono las frases hechas- se puede cortar con un cuchillo.

Para colmo de males, el suministro de ‘messenger’ se ha cortado. “Son tantos los que utilizan internet al mismo tiempo que la conexión es lentísima”, asegura la trabajadora de Terranova, que a los dos años apenas recuerda cuando su padre, cabo 1º, fue a la Guerra del Golfo, “esa fue diferente”. Otra de ellas, Maika, afirma que le han cortado el grifo porque se pasaban muchas horas pegados al ordenador. Pero la tranquilidad ha cambiado, “sobre todo para los que nos afecta más de cerca”, explica Maika. “Aunque estuviera la cosa muy mal sé que no me va a decir nada, para no preocuparnos y, menos, a su madre. Por eso prefiere que sea yo quien hable con ella”. No disponen de mucho tiempo para hablar, aunque, a veces, realizan un par de llamadas diarias. A la dependienta de Terranova, su padre los telefonea a las ocho de la mañana, “es cuando coge a mis hermanos recién levantados y a punto de irse al colegio”.

Maika revela que, desde que se conoció la situación, vive “con el corazón en un puño”. “Ojalá -agrega- fuera abril ya o hubiera pasado todo esto en mayo, después de que volvieran a casa; no, mejor que no pase nunca, no queremos que nadie sufra”.

Abril marca la frontera entre la casa y el hospicio; entre la familia y la lejanía; entre la soledad y la compañía. “Mi padre nos dice por las mañanas que nos echa de menos, espero que no tenga que estar allí un mes más de la cuenta”.

Todos estos son parte de los más de 400 relatos personales. La ciudad está inundada de palabras secretas, cuyas vidas desconocen.
 

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