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                     Es el título de la columna 
					publicada el 2 de diciembre pasado y que, debido al apoyo 
					que la UDCE ha decidido prestarle al PSOE en las elecciones 
					generales, creo conveniente reproducirla en su totalidad. 
					Escribí entonces: Las elecciones generales tienen 
					condicionado, en estos momentos, al Gobierno presidido por
					Juan Vivas. De ahí que sea normal el que éste invoque 
					cada día a todos los santos para que sea Mariano Rajoy 
					quien empiece a vivir en la Moncloa dentro de unos meses.
					 
					 
					De no ser así, es decir, si José Luis Rodríguez Zapatero 
					no tiene que mudarse y buscar refugio en su León natal, el 
					presidente Vivas es consciente de que le esperan años de 
					enfrentamientos con los socialistas. Por más que él tenga 
					acreditada fama de humildad en sus declaraciones y de 
					bonhomía en su comportamiento. Aunque Aróstegui vaya 
					diciendo que la humildad del presidente es tan falsa como 
					burguesa su bonhomía. 
					 
					Vivas piensa ya que una derrota del PP podría generar 
					disturbios en la calle Génova. Lo cual redundaría en contra 
					del buen funcionamiento de todas las sedes populares. Pues 
					una derrota electoral de Rajoy es sinónima de fracaso y los 
					fracasos acaban en reyertas y luchas fratricidas. Y ese 
					cainismo tan habitual en la derecha serviría para despertar 
					las iras de quienes en cada ciudad sienten sus derechos, 
					como militantes, dañados y pisoteados por la bota del 
					fustigador de turno. 
					 
					Así, Vivas no quiere que, si se produce el desastre, lo coja 
					desprevenido y lo deje como la flor del vilano: expuesto a 
					que jueguen con él todos los vientos. Porque no sería 
					descabellado adelantar que pudiera sentirse tan solo como 
					desamparado. Dejemos volar la imaginación... Que, aunque sea 
					tenida por la loca de la casa, en este caso juega con la 
					ventaja de prever las posibilidades que se barajan sobre qué 
					partido será el ganador. Por más que se insista en el 
					llamado empate técnico entre socialistas y populares. De 
					manera que vamos a dar la victoria a Zapatero. Si 
					bien para formar Gobierno deba pactar con los nacionalistas. 
					 
					¿Han pensado ustedes en qué ocurriría si el nuevo Gobierno 
					encabezado por ZP decide que Jenaro García Arreciado 
					sea quien deba continuar ejerciendo como delegado del 
					Gobierno en esta ciudad? Un delegado subido de tono, 
					eufórico por la victoria y enterado ya de cuanto se cuece en 
					la ciudad y, por supuesto, de quién es quién. Entonces, 
					Francisco Antonio González, al margen de que la política 
					sea tan cambiante y consiga juntar a veces en el tálamo a 
					personas que se odian, tendría que poner fin a su verborrea. 
					Por ser contraproducente.  
					 
					A ese frente, el que puede abrirse en la Delegación del 
					Gobierno, se le uniría el existente durante los últimos 
					años: el de Mohamed Alí. Si acaso el PP no consigue 
					ofrecerle cuanto antes medios con los que el dirigente de la 
					UDCE pueda convencer a su clientela de que ya ha tocado 
					poder. Con el permiso de Mohamed Musa, que tampoco 
					pondría pegas si ve que a cambio hay razones de buen tino y 
					provecho. Por todo ello a Alí le ha llegado la hora de 
					sentarse a la mesa del PP como invitado especial. Pues se le 
					va a necesitar más que nunca. Hasta aquí lo que dijimos en 
					diciembre.  
					 
					Resultado: el PP ha intentando ganarse la confianza de Alí. 
					Sin éxito. En cambio, el PSOE lo ha logrado contra 
					pronostico. ¿Qué papel habrá desempeñado el delegado del 
					Gobierno? Ah... 
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