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OPINIÓN - DOMINGO, 9 DE MARZO DE 2008

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

El igualitario
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

El partido político, actualmente en el poder, ha decidido “modificar el uso tradicional del masculino para representar a las mujeres en los textos educativos, legales, comunicaciones, publicaciones… “Es una de las medidas incluidas en su programa electoral, referidas al capítulo “Educación para la Igualdad”. Por ejemplo: comerciante, hará el femenino en comercianta; estudiante, en estudianta; ciudadano, en ciudadana; marido, en marida, y en el caso de gobernanta, que dejará de ser “mujer que en los grandes hoteles tiene a su cargo el servicio de un piso, en lo tocante a limpieza de habitaciones, conservación de mobiliario, alfombras y demás enseres”, y el gobernante, no será sólo aquel que gobierna. ¿Se podrán cambiar los papeles?

El partido en cuestión, considera que “la promoción del valor de la igualdad de trato de oportunidades entre hombres y mujeres, demanda de una educación no discriminatoria, que rompa los actuales estereotipos de género. Así, propone entre otras medidas “revisar y modificar el uso tradicional del masculino para representar a las mujeres en los textos educativos”, entre otros, e incorporar a especialistas en coeducación e igualdad de los órganos responsables de la evaluación, investigación e innovación educativa y en los servicios de apoyo al profesorado. De hecho, va más allá, hasta reconocer en el ámbito profesional y educativo la “figura del agente de igualdad” e incluirla en el catálogo de profesores.

Sin embargo, la necesaria colaboración de la Real Academia para llevar a cabo esta medida, parece aún lejana. Sus miembros, a través del Diccionario Panhispánico de dudas, consideran que son “engorrosas” que ya de entrada, examinando el Proyecto, dan como calificación: no progresa adecuadamente, porque ningún gobierno tiene derecho a imponer leyes al uso del idioma, considerando que es un atrevimiento a “rectificar el diccionario citado”, obra consensuada por 22 academias del español.

La propuesta ha sido analizada por cuatro doctores en Filología de la RAE: Gregorio Salvador, Rodríguez Adrados, Manuel Seco y Valentín García Yebra. Para el primero, se trata de un puro disparate. El español no es asunto de gobierno alguno, sino de 22 países y de 22 academias. Para García Yebra, “con este proyecto se puede hacer una cantidad de disparates… parece que el gobierno se considere superior en todo también en el uso lingüístico. Es como si la RAE pretendiera gobernar el país”. Para Manuel Seco, “ningún gobierno tiene derecho a imponer determinadas reglas, ni siquiera en los ámbitos dedicados al idioma, como las Universidades o las Academias. Intervenir de esa forma en la libertad de uso del lenguaje español, me parece un abuso”.

Para Francisco Adrados, en una página dedicada íntegramente al tema, en un periódico de tirada nacional, se expresa así: “Bastantes problemas tiene nuestra asendereada lengua español, (más en España que en América, la verdad), para que la metan en el quirófano y la sometan a delicadas operaciones en nombre de la igualdad. Pero esto es lo que leo, que propone nuestro presidente. Bastantes problemas aguardan al niño en la vida para que, además de ellos y de la Lengua común que hablamos todos, tengan que lidiar con un idioma especial ‘el igualitario’, lo llamaríamos”.

Sólo pido a los gobernantes y a quienes se creen poseedores (el masculino incluye a todos y a todas, que cómodo) de la verdad y buscar que los primeros que la impongan, que no inventen dogmas, por falta de información y sobra de prejuicios. Que no fuercen igualdades irracionales que llevan a desigualdades. ¡Sexo y más sexo, incluso cuando no hace falta! ¡Regularidad formal, cuando tampoco lo hace! ¡Que nos dejen vivir con nuestra lengua! Es la que tenemos y es grande. Ni es una cuadrícula regida por racionalismos e igualitarismos infinitamente criticables, ni ofende a nadie. ¡Como es, nos basta! Y no torturen al niño con tonterías. ¡No rompan la lengua española!

Todo muy lejos de cuando estudiábamos Gramática Española en aquel librito de la Editorial Edelvives, edición de 1947. Se defínia “género” como el accidente gramatical que sirve para indicar el sexo de las personas, animales y el que se atribuye a las cosas. Los géneros son tres: masculino, femenino y neutro. Toda aquella generación de niños y niñas aprendimos con este libro, y todo marchaba. Años después, utilizábamos las célebres enciclopedias Álvarez, y todos tan contentos. Con algo más de profundidad nos decían que los géneros son: masculino, femenino, neutro, epiceno, común y ambiguo. Pero no había chica que se molestara cuando en el caso de su padre como progenitor y su madre como progenitora, su padre era marido y su madre, la mujer; claro que tenía para no discriminar esposo y esposa, pero, a cualquier chica le chocaría que la esposa de su padre, marido, se le llamara ahora “marida”.

El día 14/08/07, en mi habitual página de colaboración en este periódico, con el título “sexismo en el lenguaje”, alertaba ya de este movimiento, que, cobra fuerza en los momentos actuales, terminaría por imponerse. Había un exceso, que a veces, llegaba a la espantosa ridiculez donde me “adornaba” con algunos ejemplos que producían urticarias. Ya algunos años antes, una “ilustre” profesora de Lengua, proponía que para el femenino de joven se utilizara “jóvena”.
 

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