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OPINIÓN - VIERNES, 14 DE MARZO DE 2008

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

A todos en esta vida, no cabe duda alguna, nos gustaría tener la facilidad de palabra de Cautelar, y largar por nuestro piquito, todo lo que tengamos que largar, dejando al personal con la boca abierta ante tanta facilidad de palabra y conocimientos. Pero, a veces, por mucho que lo intentemos y muchas ganas que pongamos, no hemos sido tocado por la varita mágica del donde la oratoria.

Aquellos que se da cuenta, que también los hay, las cosas claras, eluden, por todos los medios a su alcance, el tratar de ser un Castelar cualquiera evitando hace el ridículo, al mismo tiempo que evitan, como se dice popularmente, que cada vez que hablan suba el pan.

Me cuesta mucho entender a todos esos que se la dan de oradores, cuando calladitos estarían mucho más guapos evitando, en cada una de sus intervenciones, meter la patita hasta el corvejón y hacer el mayor de los ridículos. Pues, nada, no hay forma de hacerles comprender que se queden callados, para evitar la subida del pan y las patadas al diccionario de la lengua castellana, además de decir alguna que otra incongruencia que tanto daño le pueden hacer a quienes tratan de defender.

Tanto trabajo les cuesta entender qué es mejor que se queden callados. Y el problema añadido con el que cuentan, es que los que les deberían asesorar sobre que mejor están callados, hacen lo contrario les animan e incluso, en un alarde de peloteo sin igual les aplauden todas sus intervenciones, dándoles goles en las espaldas y haciéndoles creer que Cautelar a su lado era poco menos que trabajoso. Vamos que se atrancaba al hablar.

Entiendo que se pueda ser asesor de estos personajillos e incluso que como se tienen que buscar las habichuelas y ellos les han dado el puesto que ocupan, les hagan todo el peloteo del mundo. Lo que no entiendo es que los dejen de hacer el ridículo, sirviendo de cachondeo para el personal. Esto último no lo voy a entender nunca.

Como tampoco entiendo que esta clase de personajillos, llegados a la política por la suerte de la tómbola de la vida, se crean unos grande oradores y a la mínima oportunidad, saquen a relucir sus “piquitos de oro”, para decir una sarta de gilipolleces y chorradas que no hay quienes la soporten.

Si, todos estos Castelares de pacotilla, se parasen un momento, unos segundos, mirasen y escuchasen lo que han largado por sus piquitos e hicieran examen de conciencia de su “magistral” disertación, seguro que se meterían en muda, dejarían de hacer el ridículo y de meter la patita hasta el corvejón.

Eso no será posible porque su ego está a tan alto nivel que, en verdad, creen que son los reyes de la oratoria, y en cuanto tienen la más mínima oportunidad, no se lo piensan dos veces, y largan lo que no deberían de largar por no ser ni el momento ni el lugar oportuno.

Además de tener el don de la inoportunidad, lo complementan con el de hacer el ridículo mientras, para sus adentros piensan que, Cautelar, a su lado un mal aprendiz.
 

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