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OPINIÓN - DOMINGO, 16 DE MARZO DE 2008

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Falsa democracia
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

La postura que mantengo personalmente respecto a la política del país es de total desaprobación sobre esta descafeinada democracia, democracia light si queréis, que nos endosaron, durante la Transición, quienes figuran o figuraron como padres de la Constitución.

Nuestra ley electoral utiliza el sistema d’Hontd que es el menos proporcional de todos los sistemas conocidos y por conocer ya que tiende a beneficiar a los partidos mayoritarios y las coaliciones de pequeños partidos y más aún cuando incluye un umbral del porcentaje de votos por debajo del cual queda excluido un partido.

Eso se entiende porque con el sistema d’Hontd se da el caso de que el partido A saca bastantes más votos que el B y sin embargo ambos obtienen casi el mismo número de representantes. El partido B tiene menos del doble de votos que el partido C, sin embargo obtiene triple representación… ¿alguien entiende esto? Yo, sinceramente, no.

Lo que sí afirmo es que el sistema electoral de nuestro país está diseñado deliberadamente para favorecer la creación de mayorías que puedan soportar gobiernos estables. Esto se debe a la combinación de circunscripciones pequeñas con un sistema de reparto de escaños poco proporcional, que permite obtener la mayoría absoluta con poco más de un 35% de votos en la circunscripción y una diferencia de unos puntos porcentuales con el segundo.

Este sistema pudo aparecer, en su momento, como la opción más segura para proteger la estabilidad política durante la Transición, pero ahora os pregunto a todos Vds., queridos e hipotéticos lectores, si es democrático que la tercera fuerza más votada sea la sexta en número de representantes.

Al considerar los artículos 68 y 69 de la Constitución, en los que se establece que la circunscripción electoral para elegir a los representantes en el Congreso y en el Senado es la provincia, se llega a la definitva conclusión de que al asignar a los parlamentarios, sobre la base de mayorías provinciales, se reduce considerablemente el nivel de representación de las minorías que no se encuentran concentradas geográficamente.

El problema radica en que las provincias son circunscripciones demasiado pequeñas como para garantizar una adecuada proporcionalidad entre los votos recibidos y los representantes asignados a cada opción. Es inevitable que cuanto menos representantes corresponda elegir en una circunscripción, menos proporcional sea el reparto de los mismos. El caso extremo es la circunscripción que elige a un único representante (Ceuta y Melilla), en donde la lista más votada se lleva el 100% de los representantes, independientemente del número de votos.

En cuanto a la barrera impuesta por la ley orgánica 5/1985, del Régimen Electoral General, no es más que una traba totalmente antidemocrática por cuanto cuantifica nítidamente el porcentaje de votos por el que quedan excluidos: un 3%.

Resulta totalmente antidemocrática la barrera del 3% ideada para excluir a los partidos minoritarios de ámbito nacional por cuanto existen muchos órganos de gobierno en los que el 3% representan un escaño; en el Congreso, el 3% representa 10,5 escaños y un escaño representa el 0,29% de los votos. Por ello no se debería excluir a ninguna opción política por no reunir determinado número de votos si hubiera un umbral para participar en el recuento de escaños porque debería situarse en el número de votos necesarios para conseguir un representante.

A causa de ese sistema, el partido más beneficiado resulta ser el PP con un 4.58% de sobrerepresentación gracias a la no proporcionalidad del sistema español (15,4%).

No estoy de acuerdo, ni lo estaré, con quienes aseguren que el sistema d’Hontd refuerza la gobernabilidad del país porque, en mi opinión, las formaciones políticas minoritarias irán dispuestas a comerle el terreno a quién se duerma en los laureles y ello conlleva la necesidad de un reciclaje en la alternancia en el poder y hacer un debate político más plural y para mantener, como dijo Rodríguez Zapatero a Gabilondo con los micrófonos abiertos, la tensión en la clase política.

Conviene, si queremos eso que tanto propugna la élite política: una auténtica democracia, modificar la Ley Electoral y antes que ella nuestra Carta Magna, con la opción más legítima de una democracia plena: que los representantes de la soberanía nacional sean elegidos por circunscripciones de su ámbito de competencia de modo que cada opción política tenga su representación justa en conjunto sin importar donde se vote.

Pero como se por donde andan los tiros… ¿no te jode?
 

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