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ACTUALIDAD - VIERNES, 21 DE MARZO DE 2008


el ex soldado A. K., de 27 años. reduan.

seguridad / DENUNCIA
 

De militar marroquí ¿a terrorista mercenario?

Un ex soldado del país vecino experto en armamento denuncia a todas las Fuerzas de Seguridad que cuatro hombres le ofrecieron el sábado pasado ir a la Península a cambio de “mucho dinero” para cometer un atentado en Madrid

CEUTA
Gonzalo Testa

local
@elpueblodeceuta.com

La Policía no sabe si miente y, en caso afirmativo, porqué lo hace. Todo en él parece real, y así lo confirman fuentes policiales, si no fuera por lo que cuenta.

La verdadera identidad de Mohamed [nombre ficticio], de 27 años, responde a las iniciales A. K. A los 20 entró en el Ejército marroquí, donde contaba con escalar rápidamente gracias a su formación universitaria no completada. Oriundo de la zona de Fez, fue destinado al Sáhara y el invierno de 2005, cuando, desesperados, los inmigrantes subsaharianos decidieron asaltar por cientos los perímetros fronterizos de Ceuta y Melilla, formó parte del contingente de centenares de soldados que Rabat decidió enviar a los alrededores de ambas ciudades para colaborar con España en su control fronterizo.

Con su ansiado ascenso paralizado y después de ver en Castillejos que había otra forma de ganarse la vida con cierta holgura currando en Ceuta, el 16 de enero de 2007 decidió colgar las botas militares y hacerse pintor, oficio que ejerce en la ciudad española.

Hace “diez o doce días”, en su itinerario habitual desde la frontera, a la altura de la Almadraba, un Volkswagen Golf negro con cuatro hombres a bordo paró a su lado. Uno de ellos, al que le pareció recordar de haberse cruzado “alguna vez” con él en Castillejos le llamó por su nombre y le ofreció llevarle. Aunque no acierta a justificar por qué aceptó subir a un coche en el que inexplicablemente estaba todo su historial militar el caso es que lo hizo.

Sus nuevos acompañantes, siempre según su versión, le llevaron hasta San Amaro y allí, en el mismo sitio donde el autobús urbano se da la vuelta y regresa al centro, pararon. “Me enseñaron un kalashnikov plegable, un mortero y una bolsa con un polvo raro [supuestamente dinamita] y me dijeron que podría ganar mucho dinero si aceptaba ir a España para cometer un atentado [con un mortero] contra alguien que no me especificaron en Madrid”, explica Mohamed, que rehusó con excusas vagas darles una respuesta definitiva.

Los cuatro hombres, que decían ser dos argelinos, un marroquí y un español [el afirma que dentro del vehículo vio tres pasaportes que, por su color, le parecieron españoles], le devolvieron al centro y una vez allí Mohamed decidió contarlo todo. Cuanto antes. Tanta prisa tenía que paró a una patrulla en La Marina y les soltó la historia.

Perplejos, como corroboran desde la Policía Local, los agentes le llevaron a la Jefatura Superior de la Nacional, donde repitió lo mismo. Fuentes policiales han explicado que, al principio, tuvieron dudas razonables. Pocos días antes un vehículo con las mismas características se había saltado un control.

Los agentes le mostraron las fotografías de sus ocupantes mezcladas con varias más sin relación alguna. Mohamed asegura que identificó a uno de los que le habían hecho la oferta, pero en realidad erró. “Trasladamos su denuncia a Madrid y al juez, pero no se le ha dado mucha credibilidad”, afirman fuentes cercanas a la investigación que saben que el ex militar, cuya especialidad o destino en las Fuerzas Armadas del país vecino dice no poder revelar, se lo ha contado todo a todo el mundo: a la Local, a la Nacional, al CNI, a las Fuerzas de Seguridad marroquíes, a los medios...

No obstante, los efectivos policiales que le recibieron en Colón no quisieron perder del todo la pista del ex militar, ahora pintor, que dice haber visto una bolsa llena de billetes en el Golf negro, y uno de ellos le facilitó su teléfono móvil personal para que le advirtiese de cualquier novedad.

“El dinero no es problema y te podemos poner al día siguiente en cualquier país de Europa”, le dijeron los presuntos terroristas, en los que no vio ningún atisbo externo de integrismo religioso. Sin barbas, bien vestidos, elegantes... “Mafiosos”, dice, aunque recuerda que entre ellos se llamaban hajj, el apelativo que merecen los musulmanes que han ido en peregrinación a La Meca.

En realidad a Mohamed cuando le pararon en la Almadraba le parecieron agentes secretos marroquíes de esos que siguen la pista de los soldados que abandonan su Ejército hasta un año después, indagando en si visitan mucho unas mezquitas u otras, en si frecuentan malas compañías...

Pero no. El sábado pasado, recibió otra llamada en su teléfono móvil de los mismos sujetos conminándole a encontrarse en la única cafetería que existe en todo el Paseo del Revellín. Imposible seguir esa pista para un cualquiera: “Número privado”, responde cuando se le pregunta por los dígitos de la llamada entrante.

Según su testimonio, nada más recuperar el contacto con los supuestos terroristas telefoneó al agente que le atendió en la Jefatura Superior, por donde está confirmado que pasó, pero su enlace policial se encontraba de vacaciones.

El Estrecho, en moto acuática

Tampoco acierta a dar una versión plenamente convicente de por qué volvió a asistir a la cita, pero cuando se encontró con ellos el grupo, esta vez con sólo tres de ellos, había decidido apretar el acelerador. “Me dijeron”, relata con aparente tranquilidad, “que ellos cruzarían el Estrecho al día siguiente y que yo [como residente en la provincia de Tetuán puede entrar en Ceuta sin visado, pero no cruzar a la península] debía hacerlo en una moto acuática en la que me llevaría un argelino”.

Atrapado, Mohamed recurrió a su mujer y a su familia para darles largas. Que si su esposa estaba sola, que si tenía que arreglar muchas cosas antes de irse. “Me insistieron en que el dinero no era problema, que se podía arreglar todo, que no pasarían necesidades”, rememora sin dudar ni un instante. “Les dije que si me habían estado buscando y esperando tanto tiempo podían darme varios días más y acabaron diciéndome que me llamarían esta semana o la siguiente”, afirma.

Pero, aún siendo verdad todo lo que dice, lo cual sería ponerse en el peor de los casos, ¿por qué lo cuenta? ¿Por qué no ha optado por desaparecer del mapa, callarse, decir que no, hacerse el tonto, el tuerto, el incapaz? “Estoy seguro de que me buscan por mi experiencia militar”, argumenta cuando se le interroga por su aparente arrojo, aunque lo más que se le puede sacar al respecto es que era “experto” en armamento, conocimientos que exhibe cuando diserta sobre los diferentes tipos de fusiles Kalashnikov existentes.

“Si se ha montado una película no entendemos para qué”, asumen fuentes policiales al ser preguntadas sobre qué interés podría mover al joven a inventarse algo así. “Sólo quiero que se sepa la verdad”, asegura él mientras enlaza un cigarrillo con otro y espera (¿teme?) otra llamada para convertirle en un terrorista mercenario.
 

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