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OPINIÓN - LUNES, 24 DE MARZO DE 2008

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Teoría desfasada
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

Quedó atrás la Semana Santa, una semana más que transcurre con los hechos de cada año: procesiones, accidentes, ataque terrorista mediáticamente maximizado y declaraciones fuera de lógica.

Mientras tanto, me dedico a ver disfrutar a mi hijo pequeño en el parque aunque el viento esté soplando con fuerza. Estamos en un marzo que cumple su cometido, marzo ventoso. Por lo que no hay lugar a las quejas.

Hoy día la ciencia está en un punto muy avanzado sobre investigación y continuará avanzando a lo largo de los días que pasan. Esto viene a cuento porque las declaraciones de un señor obispo, bueno arzobispo, sobre la muerte de Jesucristo están tan desfasadas en cuanto al tiempo y al espacio.

El señor arzobispo, de Navarra nada menos, pregunta si alguien puede decir que la de Jesús no fue una muerte digna… yo, dentro de mi humilde opinión, respondo al señor arzobispo de Navarra que la muerte de Jesús no fue nada digna, fue ominosa, azarosa, abominable y vitando. Fue una muerte en que la cobardía estaba presente en todo momento, ya sea por los romanos, por los judíos como por los supuestos neocristianos y hasta del propio Jesucristo.

Se actuó con Jesucristo los mismo que los norteamericanos, sí esos de los EE.UU, actuaron en la prisión de Abú Graib. Manipularon los conceptos con los que le acusaron al final, torturaron su cuerpo hasta la agonía y lo clavaron en la cruz como a un vulgar delincuente común… ¿Es eso digno?, menos aún cuando nadie, ni él mismo Jesucristo, salió en su defensa.

La muerte es un hecho innegable como colofón en el transcurrir de la vida de las personas humanas, de las divinas es imposible discernir absolutamente nada, y tarde o temprano nos llega a todos por igual. Otra cosa es la forma de morir, una forma que no por esperada es menos previsible.

Esa afirmación, del señor arzobispo que además es emérito, de que “…Jesucristo miró a la muerte cara a cara, con confianza, la aceptó con amor y la vivió descansando en los brazos del Padre Celestial.” La considero como una opinión más de una persona humana como yo, de carne y hueso y con cerebro desarrollante de tesis fundadas en el terror. Una opinión extrapolable a todos los suicidas habidos y por haber, que miran la muerte cara a cara aunque la aceptan por cobardía, odio o temor. Eso de que la vivió descansando en los brazos del Padre Celestial se contrapone con lo que, según la interpretación del Nuevo Testamento que hace la Iglesia, exclamó el propio Jesucristo poco antes de morir: “¡Dios mío! ¿Porqué me has abandonado?”. Además, la afirmación de que murió por salvarnos a todos nosotros me parece una somera tontería. Los muertos no pueden hacer absolutamente nada por los vivos. Ni siquiera remover los cerebros. Sólo los vivos hacen cosas a los otros vivos. Incluso removiéndoles el cerebro.

Le recuerdo al señor arzobispo que en tiempos de Jesucristo no existían fármacos como los de hoy, fármacos que alivian la agonía de los enfermos terminales que no tienen porqué imitar al Cristo. Y que no tendrían que ser mantenidos con vida si al final acaban muertos, por algo se llaman enfermos terminales. Otra teoría desfasada: Jesucristo SÍ TUVO CUIDADOS PALIATIVOS como por ejemplo la esponja empapada en agua y vinagre que un decurión le ofreció, las palabras y caricias de su madre y de su esposa Magdalena…, en fin, si nos asentamos en aquella época podríamos comprobar que ya existía la eutanasia: el intento del otro decurión romano al clavarle la lanza en el costado con lo que pretendía acortar la agonía del crucificado. Lo que pasó, si nos atenemos a las explicaciones del Nuevo Testamento, fue que el mencionado decurión de la lanza era tan “cazurro” que confundió derecha con izquierda y así prolongó la agonía al clavarla en el costado derecho, cuando en realidad buscaba el corazón.

Aunque lo cierto es, probado científicamente, que en aquella época se acortaba las agonías de los condenados a muerte con la rotura de las piernas a base de golpe de maza. Con ello, por efecto de la gravedad, el cuerpo se derrumbaba y al estar atados o clavados por las muñecas provocaba asfixia de inmediato por opresión de los pulmones.

Para terminar… ¿cómo se le ocurre al señor arzobispo comparar la muerte de Jesucristo con la de un simple humano? Jesucristo es leyenda, su vida y hechos están escritos a conveniencia de unos y otros… los humanos no tenemos porqué soportar tremendos dolores si sabemos que vamos directamente a la muerte. Prolongar la vida a un moribundo se llama SADISMO.
 

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