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OPINIÓN - VIERNES, 28 DE MARZO DE 2008

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Costal nuestro de cada día (VII)

Por Francisco Cerro Muro


El mañana

Existía un problema que los capataces constataron de inmediato: la poca fuerza o falta de “carne” de los hermanos costaleros bajo los pasos. Si a ello unimos la inexperiencia que aún demostraban a la hora de moverse bajo las andas, que les impedía resolver con soltura los problemas en las estrecheces de las calles y puertas de los templos, podemos entender perfectamente que tuvieran que tomarse medidas urgentes que disgustaron y molestaron a más de uno.

Efectivamente, los capataces, intuyendo un cierto peligro, especialmente en los pasos de palio, entre otras cosas, por la excesiva altura de los jóvenes hermanos, optaron por crear cuadrillas mixtas formadas por algunos hermanos costaleros y mayor número de profesionales, bien tirando de los que aún quedaban en Sevilla, bien acudiendo en busca de ellos a los pueblos limítrofes. No obstante, en la mayoría de las ocasiones lo que realmente sucedía es que el primer paso de la cofradía (Misterios, Crucificados o Nazarenos) era llevado casi en su totalidad por hermanos, mientras que los palios lo hacían íntegramente por profesionales.

Hay que dejar muy claro que estos hombres reclutados en los pueblos por los capataces para contemplar la “carne” del paso no es que fueran mejores costaleros que los hermanos, simplemente ocurría que eran bastante más fuertes que estos, entre otras cosas por los duros trabajos que realizaban en su vida cotidiana y, sobretodo, lo que era más importante, muchísimo más bajos.

Y así se fueron solventando las cosas de bastante buena manera hasta que empezaron a surgir nuevos, pero no por ello inesperados, problemas.

En estos tiempos, próximos a nuestros días, se dieron en el mundo del martillo y la trabajadora en Sevilla una serie de circunstancias que conviene estudiar con detenimiento.

Por un lado, pensar que los costaleros neoprofesionales, seudo profesionales, o como quiera llamárseles, y de los cuales las cofradías habían prescindido poco tiempo antes, viendo peligrar su posición de privilegio en la Semana Santa y, sobretodo, sus suculentos salarios, se estuviesen quietos y callados ante la nueva situación, era mucho pensar y bastante improbable. Se organizaron y presionaron lo indecible para mantener las cofradías que aún les quedaban y recuperar algunos pasos de las definitivamente perdidas.

Por otro lado, los capataces, más cultos y preparados que ellos, y también, porque no, mucho más ladinos y astutos, jugaron la situación a dos barajas. Apostaron sin dudar por las nuevas cuadrillas de hermanos ya que en ellas veían el futuro, pero, a la vez, mantuvieron bajo su mando las pocas que aún quedaban de profesionales “puros”, según la acepción popular. Algunos llegaron más lejos y, como ya apuntamos antes, viendo la mala calidad de las cuadrillas de profesionales y la poca fuerza y experiencia de las de hermanos, optaron por una solución intermedia inventándose las cuadrillas mixtas, que no eran sino un “reja” un tanto desordenado formado por hermanos costaleros que no cobraban y profesionales de las cuadrillas que aún mantenían de tal tipo y que, en teoría, deberían de rellenar la falta de “carne” de los primeros, cosa que no siempre sucedía así.

En tan cargado ambiente para nada era de extrañar que las tensiones, roces, discusiones y discrepancias de todo tipo fueran moneda común tanto dentro como fuera de los pasos. Los hermanos costaleros tenían su razón para la queja ya que ni de lejos hacían peor el trabajo que los profesionales ni nada que se le pareciese, y habían perdido ya su calidad y fuerza hacía tiempo, si es que alguna vez la tuvieron.

Además, estaba el tema pecuniario. Era realmente injusto que los hermanos costaleros, que pagaban religiosamente la cuota anual a la cofradía, así como la papeleta de salida el día de la procesión, encima, no cobrasen el salario justamente ganado que los profesionales, muchas veces por hacerlo bastante peor que ellos, si se llevaban a casa. Por eso, acertadamente, empezaron a marcharse en masa a las cuadrillas integradas solo por hermanos, bien a las de su propia cofradía, bien a las de otras, abandonando las mixtas que, si bien en un principio funcionaron correctamente y resolvieron en más de una ocasión la papeleta a los capataces, ya lo habían dejado de hacer y no eran sino un foco de tensiones.

Un tercer factor a tener en cuenta es precisamente ese: el de las cuadrillas de hermanos costaleros. Serias, disciplinadas, ya con técnica y calidad, y en fase de resolverse el tema de la tan manida fuerza bajo los pasos, se habían consolidado de manera indiscutible en la Semana Santa de Sevilla en un tiempo record. Nadie en su momento pudo ni siquiera imaginarse que tanto y tan notable trabajo se pudiese hacer tan bien y en tan poco tiempo. Lo cierto es que así ocurrió.

Ahora, ya imprescindibles estas cuadrillas gratuitas para las cofradías que, por otra parte, se habían acostumbrado con gran rapidez y no menos enorme alegría a no pagar salarios a los costaleros, empiezan, como no, a pedir su sitio en la Semana Santa. Algo justo y lógico por otra parte, pues habían resuelto en muy poco tiempo y con gran brillantez un problema que a las hermandades las traía de cabeza desde hacía muchos años.

Como quiera que el censo de hermanos se incrementa de forma muy considerable en las cofradías, especialmente el de jóvenes, y de manera masiva todos ellos quieren sacar pasos de Semana Santa, aquellas optan por comenzar a crear hasta dos cuadrillas de costaleros por cada uno de ellos, resolviéndose así, de paso, el problema de la falta de fuerza bajo las andas, que no es tan grave cuando hay técnica y calidad.

Pero claro, todas las cofradías querían tener cuadrillas de costaleros formadas por hermanos, y eso no era posible porque aún no había suficientes. Entonces vuelven a inventarse otra sencilla solución: dejar a los costaleros de otras cofradías que también puedan sacar la suya, solicitándoles solo a cambio que se hagan hermanos. A esto acceden gustosos los costaleros y se empiezan a dar con frecuencia casos de sacar tres, cuatro, cinco y, en el colmo de la fatiga, hasta siete cofradías en la semana. Eso si, en la mayoría de los casos se les perdona la papeleta de sitio.

Todo el mundo está contento. Los costaleros sacian de sobras su afición por sacar pasos de Semana Santa, aparte de aprender a marchas forzadas la técnica y el saber estar bajo los mismos sin pegarse demasiada paliza, pues, como mínimo, las andas llevan tres hombres por palo de relevo, cuando no una cuadrilla entera; las cofradías, ni que decir tiene, aumentan su censo de hermanos de manera espectacular, ascienden sus ingresos, disminuyen los gastos y, sobretodo, los pasos caminan más que bien. La fuerza ahora sobra, la técnica y la calidad ya no son problema y la disciplina es férrea. ¿Qué más se puede pedir?

Y, es en este momento, cuando se produce el cuarto y definitivo factor que acaba definitivamente con los problemas entre costaleros, capataces y cofradías. La verdad es que nada más se podía pedir vistos los buenos tiempos que corrían para todos, pero, claro, tampoco se les podía exigir a los costaleros profesionales que se estuviesen callados y quietos ante una situación que les hacía perder cofradías y pasos año tras año y, por tanto, salarios que, si bien ya no les hacían falta, tampoco estaban dispuestos a renunciar sin más a ellos.

Si bien su poder y organización eran ya escasos, por no decir nulos, en franca decadencia y condenados a desaparecer de los pasos a no ser que los llevasen gratis, lo cierto es que aún no habían entregado de manera definitiva la cuchara, y montan en cólera ante las cofradías y el Consejo General de Hermandades y Cofradías.

Las cofradías, desde luego, en una situación más que cómoda, por fin tranquilas, y hartas ya de estos seudo profesionales que tan mal se lo habían hecho pasar en tiempos pasados, se niegan de manera firme y rotunda a mantener pasos con costaleros pagados, ya que, entre otras cosas, los hermanos y algunos costaleros profesionales, que habían renunciado, por afición y cariño a su trabajo, a cualquier tipo de compensación económica, se habían hecho cargo ya también de los pasos de palio.

Ante la tajante negativa, acuden al Consejo General de Hermandades y Cofradías con la curiosa petición de que ningún hermano costalero pudiese sacar durante la Semana Santa otra cofradía que no fuese la suya (precisamente ellos, que habían estado sacando durante años todos los días una, y no por cierto demasiado bien).
 

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