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OPINIÓN - SÁBADO, 29 DE MARZO DE 2008

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Nunca podremos agradecer lo suficiente, todos aquellos que tuvimos la enorme suerte de tener como universidad la calle, sin lugar a dudas, la mejor universidad del mundo, donde se aprende lo que, como diría la sabía de mí abuela, “lo que no está escrito”. Porque en la universidad de la calle nada está escrito, pero todo tiene una explicación y una repuesta a cuentas preguntas se hagan que, jamás, recogerían los libros de texto.

Se aprende, en ella, a fuerza de cometer errores y recibir palos y más palos por los errores cometidos. Todos esos errores y todos esos palos recibidos, valen para que te vayas formando de manera que con un aprendizaje duro, termines aprendiendo a no cometer errores ni a recibir ni un sólo palo más, durante toda la vida.

Todos los que tuvimos al enorme suerte de aprender en esta universidad, por pura lógica nos podemos equivocar, pero esas equivocaciones son mínimas y, siempre, superadas por algo que se adquiere como el mejor de los dones, la intuición.

La intuición es uno de los mejores dones que puede tener el ser humano puesto que ella te permite, en ocasiones, ver y llegar a donde los demás ni ven ni llegan. Naturalmente porque la calle no ha sido su universidad.

No existe ningún libro de texto que pueda llegar a darte los conocimientos que en la práctica, te ofrece la calle. Ya dijo aquel que la práctica hace al maestro. Por eso, en esa universidad de la calle, salen grandes maestro del pensamiento, y de saber adelantarse, al resto del personal, en los momentos de mayores dificultades.

No hay nadie que se la pueda dar a uno de los alumnos de la mejor universidad del mundo, la calle, porque cuando él viene a dársela, el alumno ya está de vuelta. Aunque, tengo que reconocer, en ocasiones, se tiene que hacer el alumno un poco el “loco”, dejándose “querer” y haciendo creer, al que se la quiere dar que, efectivamente, se ha quedado con él y, como vulgarmente se dice, se lo ha llevado al “huerto”.

Es una táctica como otra cualquiera, esa de hacer como el que se de engañar, para conseguir lo que se había propuesto desde el mismo momento en el que le estaban contando la “milonga” de turno. Y ni te cuento el rebote que se cogen cuando, al día siguiente, se ven retratados perfectamente, en lo que no habían dicho, pero que debieron decir.

En este nuestro pueblo, ha habido muchos tontos con balcón a la calle, que llegaron a creerse unos “genios”, engañando a unos pobres incautos que, en su inocencia y desconocimientos, picaron en el anzuelo. Más tarde se demostró que sólo eran unos pamplinas con la marca del aro del cubo pegado al culo.

A los de mí particular universidad, nunca nos engañaron porque, siempre, dijimos quienes eran y que es lo que querían. Hoy, los mismos tontos con balcón a la calle, quieren seguir siendo algo, mientras van por las calles chupando candados. Más tontos imposible.

¿Nos queda mucho tiempo qué soportar a estos analfabetos?
 

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