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OPINIÓN - SÁBADO, 29 DE MARZO DE 2008

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

La satisfacción del deber cumplido

Por Patricio Martín Arráez


Hoy en la intimidad de mi corazón me ha conllevado. Ayudar a uno a llevar los trabajos. Sufrir a uno el genio y las impertinencias. Ejercitar la paciencia en los casos adversos.

De todo ello me remito a los diversos discursos por los cambios de destino o jubilaciones, en la idea de sentirse satisfecho del “Deber Cumplido”. Aunque a veces hay personas que suelen apelar, cuando dejan su cargo al “Sentido del deber cumplido” con gran convencimiento y como una especie de exigencia de reconocimiento por parte de los de mas.

Tal actitud en su manifestación creo que aflora en cierto modo un poco la vanidad, el orgullo y la soberbia. No es que el cumplimiento del deber sea algo desdeñable. Efectivamente hay que esforzarse por cumplir el propio deber, pero, ¿es eso un fin?, el cumplir por cumplir ¿tiene algún sentido?, por su puesto. Cuando alguien cumple un trabajo, un deber, hay que preguntarse porque lo cumple, cual es el fin que le ha llevado a esforzarse y a poner en juego sus talentos y habilidades y su preparación profesional anterior. Y si ese cumplimiento solo genera autosatisfacción, está claro que lo que mueve a esa persona es un puro narcisismo y la mas estéril de las soberbias.

En lo expuesto hasta ahora no se ha dicho que en bastantes de los casos que hemos presenciado del “Sentido del deber cumplido” el interesado mentía, pues los que habían sido compañeros suyos, eran testigo directos de sus frecuentes perdidas de tiempo en el trabajo, y de otras inmoralidades mayores, por lo que “El sentido del deber cumplido” era una afirmación carente de sentido, que no reflejaba en absoluto la realidad, sino que era un expresión de refinado cinismo. Para empezar podemos decir que resulta una pedantería insoportable que uno mismo enjuicie favorablemente su propia trayectoria profesional. Son los demás los que deberán hacerlo. En nuestra mano solo debe estar la buena voluntad al trabajar. Que juzguen otros. Y en cuanto a la finalidad del deber, hay otro motivo más bello y más humano que el mero mirarse el ombligo.

Ese motivo no es otro que el pensar en los demás y hacer del propio trabajo un conjunto de actos de servicios a los demás. Quizá a algunos puede parecer esto una utopía propia de jovenzuelos inexpertos que militan en una ONG o que “pierden el tiempo” en actividades parroquiales de solidaridad. Sin embargo, plantearse el servicio a los demás como el motivo fundamental del trabajo. O lo que es lo mismo, lo que perfecciona al hombre es el amor que pone en las cosas y por tanto lo que le perfecciona en su trabajo no es el mero cumplimiento del deber sin norte que guíe ese deber, sino el amor con que haya amado a los demás a través del cumplimiento de ese deber.

Pero podemos preguntarnos ahora ¿Qué tienen los demás -todos- para que se hagan acreedores de ese amor y de ese servicio?, podemos decir que los demás son personas por tanto no son “algo” si no “alguien”. Si estudiamos la historia de la creación, vemos la intervención de Dios, de ello podremos ver con exactitud la dignidad de la persona, por cuanto el hombre es el único ser del mundo visible que ha sido por Dios amado por si mismo. Luego si los demás son el fin del amor de Dios ¿No tenemos ahí una buena razón para amar a los demás trabajando?, hay una excelente razón a favor de la cual podemos enterrar el “Sentido del deber cumplido” y me refiero a que, trabajando nos hacemos colaboradores de Dios, en la obra maestra de la creación, la cual Dios, ha querido dejar algo así como “incompleta” para que los hombres la completemos con nuestro trabajo.

Luego el trabajo no es solo un acto de amor a los demás sino también a Dios. ¡Que pequeña y ridícula se ve ahora esa aspiración del sentido del deber cumplido! Para un cristiano esto adquiere tintes mas elevados porque a través del trabajo se puede vivir la caridad hasta el punto de que el Papa Benedicto XVI, llego a afirmar en su primera encíclica que la actividad política de los cristianos debe ser vivida como “caridad social”, y en esa actividad política podemos entender todo el panorama de la vida pública y profesional.

Por tanto, se trata de no volar como un ave de corral, cuando podemos volar como el águila imperial desde lo alto.

¡”El que tenga oídos para oír que oiga”!
 

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