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sociedad - SÁBADO, 12 DE ABRIL DE 2008


inmigrantes hindúes huidos del ceti. mz.

inmigración
 

La comunidad hindú pide sensibilidad hacia los
inmigrantes huidos del CETI

Chandiramani asegura que esta será “la primera y última vez” que el colectivo interceda “por razones humanitarias” en
favor de un grupo de indocumentados

CEUTA
Gonzalo Testa

local
@elpueblodeceuta.com

Mientras el resto de la ciudad palpita al ritmo de las novedades que se conocen sobre la posible reducción de las unidades del Ejército en Ceuta, los 72 indocumentados de origen hindú que el pasado miércoles huyeron del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) local para refugiarse en el monte e intentar forzar así al Gobierno a derogar las órdenes de expulsión que pesan ya sobre muchos de ellos pasaron ayer su quinta noche a la intemperie bajo el primer temporal de la primavera en el Estrecho.

Guarecidos bajo la estructura de las tiendas de campaña que meses atrás construyeron la treintena de bengalíes que, por el mismo procedimiento, lograron ser documentados y trasladados a la península después de pasar más de tres meses en las colinas que rodean el CETI, el grupo recibió ayer el respaldo explícito a sus reivindicaciones de la Comunidad Hindú ceutí, un colectivo con más de 100 años de arraigo en la ciudad que agrupa a algo más de medio millar de vecinos y que, a pesar de su escaso número, cuenta con un considerable peso específico a nivel económico, político y social en Ceuta.

Su presidente, Ramesh Chandiramani, fue uno de los primeros a los que los inmigrantes hindúes recurrieron hace dos semanas, cuando varias noticias aparecidas en la prensa local sobre la posibilidad de su inmediata repatriación les pusieron en alerta.

“Hace seis meses inauguramos el templo hindú local y desde entonces viene siendo habitual que los inmigrantes que comparten nuestra confesión religiosa acudan allí a rezar”, explica Chandiramani. Con el roce, los hindúes ceutíes, “especialmente las personas mayores”, dice, se “concienciaron” de la situación del grupo de indocumentados y exigieron a sus representantes que tomaran medidas para impedir su devolución.

Chandiramani se reunió con el delegado del Gobierno para conocer la versión oficial del asunto y las posibilidades de repetir la actitud que Interior tomó con los bengalíes, un precedente que la Delegación se ha arrepentido mil veces durante los últimos días de haber sentado.

No obstante, la comunidad hindú tampoco ha descartado seguir el mismo camino que en su momento tomó la comunidad bengalí de Madrid y ponerse en contacto con sus homólogas del resto de España con el propósito de, a través de sus contactos, intentar conseguir ofertas de trabajo que pudiesen facilitar la regularización de los setenta hindúes.

“Estamos a favor de la ley”


“Se les aplicará la Ley de Extranjería, que establece que quien entra de manera ilegal en España debe ser devuelto a su país de origen”, reiteró anteayer el delegado, que se esforzó por dejar claro que “la actuación con los ciudadanos de Bangladesh no se repetirá porque no tiene vocación de continuidad alguna”.

Sin embargo, este distingo no se acepta entre los hindúes ceutíes: “Estamos del lado de la ley, pero entendemos que existen razones humanitarias que justifican hacer una excepción con el grupo”, argumenta Chandiramani, que ha delegado en varios compañeros el suministro de mantas, víveres y otros artículos de primera necesidad para los huidos, a quienes las instituciones han instado a volver al CETI o, al menos, a utilizar sus servicios siempre que quieran.

A cambio de ese gesto de “sensibilidad” la comunidad se ha comprometido a que esta será “la primera y la última vez” que se implique en un caso con estas características. “No somos una oenegé y entendemos que el Estado tiene sus leyes y sus procedimientos, pero muchos de estos inmigrantes ni siquieran quieren quedarse en nuestro país, sino ir a Francia o Inglaterra, donde tienen familiares”, expone Chandiramani, que “comprende” que los indocumentados se sintiesen “como en una cárcel” tras dieciocho meses en Ceuta, en el peor de los casos, sin ninguna salida en perspectiva.
 

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