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OPINIÓN - LUNES, 21 DE ABRIL DE 2008

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Encefalopatía espongiforme
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

Estamos comiendo, en familia, ante la pantalla del televisor. Como plato principal tenemos suculentos y enormes bistecs de ternera acompañados de sendas patatas “a lo pobre” que bañamos en una salsa “all i olí” tan buena que a veces me muerdo el dedo. Nada más dar el primer bocado al suculento bistec, hecho al punto, aparece el endemoniado locutor del telenoticias y nos comenta que han muerto dos personas a causa del mal de las vacas locas. No vean el respingo que pegamos.

Que añadan que estos dos fallecimientos no tienen consecuencias epidemiológicas es una metedura de pata porque, precisamente, se le entiende todo lo contrario.

Bueno, pese a ello seguimos comiendo la carne como si nada tuviera que ver. Lle-gados al final de la comida nos enfrascamos en agradable tertulia en la que predomina el tema de la encefalopatía espongiforme bovina y de cómo ha podido surgir en pleno siglo XX. No se tienen noticias de que haya ocurrido antes este fenómeno.

Lo curioso es que muchos ceutíes acuden al país vecino para comprar grandes partidas de carne bovina. Que se sepa, en ese país no existen las normas que rigen los mataderos españoles, ni los certificados que garanticen la sanidad de los produc-tos animales destinados al consumo humano y ello confiere que si algunos animales sacrificados tienen ese mal, a comer y santas pascuas. No pasa nada.

Que yo sepa, ningún alimento que haya sido cocinado previamente antes de su consumo puede transmitir enfermedades propias del animal sacrificado. Si está mal, el gusto se encarga de advertirlo y es desechado inmediatamente y si está contaminado, sin sabor a eso: contaminación, el aceite o el agua hirviendo los descontaminan en un periquete. Como mucho, nos comemos las posibles bacterias y los virus fritos o asa-dos. El estómago ya se encarga de hacer el resto con sus ácidos destructores.

Que nos infecten animales vivos es plausible, pero que nos infecten con sus en-fermedades animales muertos mediante el sacrificio ya es difícil. Aún así, si nos sirven trozos de cadáveres de animales no sacrificados, fallecidos a causa de su propia en-fermedad, esos trozos ya contienen tantos virus, bacilos y bacterias como los trozos de animales sacrificados sanitariamente. A menos que se lo coma uno crudo…

Choca de verdad que en países subdesarrollados, en los que el sistema sanitario de control animal deja mucho que desear o no existe, veamos miles de cadáveres de animales de toda clase colgando en los tenderetes de las medinas, de los zocos, de los mercados, etc. rodeados de insectos volátiles y soltando tufos insoportables. Horas y horas se exponen así, al sol y al polvo callejero, sin que afecten a los compradores ni les produzcan la muerte inminente. ¿Son controlados esa clase de cadáveres antes de su consumo?, lo dudo.

Creo, sinceramente, que ese mal ha sido instigado, como todas las epidemias mo-dernas, por pruebas científicas en busca de soluciones sanitarias hasta que llegan en un momento crucial que se les escapa de las manos.

Los ordenadores son infectados diariamente por miles de virus creados por mentes humanas en estado degenerativo, tal vez afectadas por el mal de la encefalopatía es-pongiforme humana, y no me extraña en absoluto que otras mentes, no menos dege-neradas, jueguen con virus mortales y los suelten por motivos ignorados contra sus propios congéneres… el SIDA nunca existió anteriormente y eso es un punto de refe-rencia. Al igual que los virus informáticos, se expanden sin control y aunque son neu-tralizados momentáneamente… siguen ahí atentos al menor hueco.

Que no nos pase “ná”
 

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