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cultura - MARTES, 22 DE ABRIL DE 2008


andrés garcía trapiello. nicol's.

entrevista
 

«Tengo más relación con los personajes de ‘El Quijote’ que con la inmensa mayoría de mi familia»

Andrés García Trapiello fue la firma
invitada en Ceuta con motivo del Día del
Libro / El ganador del Premio Lara en 2003 disertó en el Palacio Autonómico sobre su obra y el papel de la literatura
 

CEUTA
Róber Gómez

local
@elpueblodeceuta.com

Da Andrés Trapiello con el estereotipo de novelista de izquierdas: americana sobre pantalón vaquero, pelo revuelto, gafas modernamente intelectuales, tono pausado y desenfadado y mirada escrutadora, como si analizase constantemente la realidad que tiene ante sí, aunque sea un periodista tras otro en busca de una entrevista hasta la hora de la conferencia. “La literatura nos descubre parte de nosotros mismos que desconocíamos”, nos adelanta el novelista, ensayista, poeta, editor y bibliófilo, quien apunta con cierto cinismo -o eso suponemos-: “Tengo más relación con los personajes de ‘El Quijote’ que con la inmensa mayoría de mi familia”. Precisamente, sobre el devenir de los personajes que pueblan las aventuras del ingenioso hidalgo trata su última obra.

Pregunta.- ¿Su primera vez en Ceuta?

Respuesta.- Sí. Es el día más Indiana Jones de mi vida. Nunca había montado en helicóptero y estaba expectante, pero con un cuarto de hora hubiera sido suficiente.

P.- ¿Es su última novela un homenaje a ‘El Quijote’?

R.- Es un homenaje a la manera de ver de Cervantes la literatura, que no era más que asomarse a la vida e intentar hacer que sus personajes fuesen próximos para que no muriesen. Tengo una relación más empática e intensa con los personajes de El Quijote que con la inmensa mayoría de mi familia. No es que yo sea un hombre desalmado, que no tenga vida familiar, sino que la cordialidad y la sentimentalidad de los personajes de Cervantes es tan acusada que es imposible substraerse, porque irradian humanidad.

P.- ¿Cuál es la función de la literatura?

R.-Se trata de hacer una literatura sentimentalmente literaria y al mismo tiempo próxima, que nos ataña. La literatura en general tiene que emocionar, sino no sirve para nada. La emoción es la piedra de toque de toda obra literaria, sino nace muerta. La emoción viene etimológicamente del verbo mover. La emoción conmueve y nos toma de una parte y nos lleva a otra. La literatura nos coge de una manera y nos suelta de otra. Desde que empezamos un libro hasta que lo dejamos debe ser un viaje de iniciación. Un libro que nos conmueve tiene la deferencia de hacernos creer que somos mejores de lo que somos. Por eso la gente está tan agradecida con los libros que le han cambiado la vida. Nos descubre cosas que no vemos a primera vista, nos hace confiar en nosotros mismos. Nos deja ver partes de nosotros mismos que son un poco mejores de las que estamos normalmente acostumbrados a ver. Es curioso cómo a veces se habla de la literatura de una forma abstracta y realmente es algo bien concreto. La literatura es un organismo vivo.

P.- Usted que es escritor y editor al mismo tiempo, ¿es difícil conseguir publicar en España?

R.- Yo soy un editor atípico. Yo no me dedico a los nuevos autores, aunque he publicado algunos. No entran dentro de mi propósito. Cuando yo era novel me publicaba a mí mismo. Si hubiera tenido que esperar a dilucidar si era fácil o difícil editar, nunca lo hubiera hecho. Con cuatro perras que tenía en aquel momento me edité a mí mismo. El problema no es si es fácil o difícil publicar, el problema es escribir siempre. Lo importante es el libro. Al final, todo lo que vale la pena acaba encontrando el modo de darse a conocer. Creo que es más fácil ahora que cuando yo era joven. Hay más posibilidades: desde el Ayuntamiento, la Diputación, el banco, la caja de ahorros, el amigo, la editorial... La gente a veces no sólo quiere verse editado, sino tener un éxito fulgurante. Más importante que tener un millón de ejemplares es no perder a los cien primeros.

P.- ¿Ha afectado negativamente Internet y las nuevas tecnologías de manera negativa al mundo del libro al igual que ha ocurrido con el disco o le está ayudando?

R.- Creo que no. Internet está favoreciendo. Ahora se puede llegar fácilmente a una novela, un poema o una noticia. A los músicos les ha hecho daño, pero la música es una cultura de masas y la literatura, al menos la que yo hago, es minoritaria. El escritor, y no digamos el poeta, se mueve siempre en cifras mucho más modestas que el músico.

P.- ¿Cómo está la literatura española comparada con otras?

R.- Yo conozco poco de las literaturas extranjeras. La española podía estar mejor, pero creo que está bien. Hay media docena de poetas espléndidos y media docena de novelistas y ensayistas muy buenos. ¿Qué más podemos pedir? No son los más conocidos, pero mientras los conozca yo...

P.- ¿Quiénes son estos escritores?

R.- Eso no te lo voy a decir, porque alguno se quedaría fuera. Además, el que no esté de acuerdo va a ser imposible de convencer.

P.- ¿Cuál es su novela de la que está más orgulloso?

R.- Mis novelas tienen mala fama en general. Muchos piensan que están mejor los diarios, la poesía o los ensayos. A mí me gustan todas mis novelas y pondría menos énfasis en mis diarios, que la gente pondera tanto. No son para tanto. Mis diarios son como todos. De las siete novelas tengo cuatro que son especialmente preferidas. El buque fantasma me gustó mucho cómo quedó. Y también Al morir Don Quijote; pero es indecoroso que yo hable bien de mis novelas.

P.- Como escritor de una serie de diarios autobiográficos, ¿comparte la visión romántica de que el autor debe experimentar y sufrir para saber de lo que escribe?

R.- Hemingway debió conocer el dolor, porque se suicidó, pero no es un escritor que me conmueva mucho. No creo que el escritor tenga que pasar por el sufrimiento para enriquecer su experiencia. Creo que el hombre, por el hecho de ser hombre, pasa necesariamente por el dolor. Todo el mundo conoce el dolor, no sólo el escritor. A poco vivo que seas, la vida te hace daño de una u otra manera. Emily Dickinson fue una mujer de familia acomodada que no salía de su casa, resguardada de la sociedad en la que vivía, blindada... Eso no fue suficiente para que no sufriera como un animal. Esa experiencia necesariamente va a pasar a la literatura. Uno tiene que estar atento para que no se le escape nada. El gran escritor es aquel que incluso nos da la gran alegría de la vida. El sufrimiento siempre deja un poso pétreo; en cambio, la felicidad es mucho más volátil, tiene algo de alcohólico. Recoger la alegría es más difícil que recoger el dolor. Lo que tiene que hacer el escritor es captar las dos cosas. Cervantes, Dickens, Tolstoi fueron capaces de hacer ambas.


P.- Sin embargo en la poesía hay una tradición muchísimo más grande sobre el dolor y el desamor que sobre la alegría.

R.- Se canta lo que se pierde, pero a veces bajo la apariencia de sufrimiento hay un dulce sentir. Antonio Machado decía: “Aguda espina dorada, quien te volviera a sentir en el corazón clavada”.

P.- Usted que es ganador de varios premios, ¿cree en ellos?

R.- Los premios te ayudan cuando te los dan, pero no hacen a los libros mejores ni peores. Tu vida conoce un respeto y una relativa comodidad gracias a los premios. Si tienes que esperar a ver refrendada tu obra con premios, eso dice mucho de la fragilidad del ser humano. El premio es un refrendo, pero no va a hacer que tu libro sea mejor; y si no te lo dan no quiere decir que sea peor.

P.- Sus ediciones de gente como Sánchez Mazas fueron criticadas por parte de la izquierda intelectual. ¿Es un error mezclar la política con la literatura?

R.- La política y la literatura están en principio mezcladas. A mí no me parece más grave preparar una edición de Sánchez Mazas que una de Alberti. Políticamente significaban lo mismo desde un extremo diferente: uno era fascista y el otro, estalinista. Si me dan a escoger yo no me quedaría con ninguno de los dos, pero si me dan a elegir literariamente, me quedo con Sánchez Mazas. Soy de izquierdas y no tengo por qué elegir literariamente a Alberti en contra de Sánchez Mazas. Yo ya sé que los importantes en España son Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado y Miguel de Unamuno. Cuando yo edité a Sánchez Mazas lo hice para poner el acento en escritores que me parecían injustamente valorados por razones políticas. Seguramente eran más valiosos que otros escritores que les habían enaltecido sus ideas políticas. Me parecía que las varas de medir no eran las mismas. Es verdad que esas críticas en un momento eran demasiado arriesgadas, porque España era hace veinte o veinticinco años enormemente intransigente y bastante fundamentalista de izquierdas en lo político. Hoy en día todo el mundo sabe que Edgar Neville o Cernuda son escritores fabulosos y que Sánchez Mazas tiene dos libros extraordinarios. La gente está ya más desprejuiciada.
 

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