| 
                     
					Como si de un capítulo de la serie ‘Vacaciones en el mar’ se 
					tratase, el capitán del ‘WindSpirit’, Andrew Walsh nos abrió 
					las puertas de su casa -y la de más de 150 personas durante 
					un par de semanas- para comprobar en primera persona que, si 
					bien un crucero de lujo es algo que no se puede permitir 
					mucha gente, sí que hay rédito con las comodidades que 
					ofrece. 
					 
					“La comodidad y el lujo no deben estar reñidas con la 
					seguridad en el mar”, expresó Andrew Walsh, capitán de 
					primera del ‘WindSpirit’, en referencia a la estabilidad de 
					un megayate capaz de surcar mares afectados por temporal de 
					hasta fuerza nueve. “Este barco sólo se detiene ante un 
					huracán”, comentó Walsh entre risas, a la vez que convencido 
					de la firmeza con que navega en este velero gracias a un 
					novedoso dispositivo de estabilizadores en forma de aletas 
					de tiburón, ajustados en el aguaviva del barco bajo la línea 
					de flotación. Además, en su galera existe “un dispositivo de 
					contrapeso de 100 toneladas que se mueven hidráulicamente” 
					de babor a estribor para compensar el equilibrio en alta mar 
					a modo de contrapeso, “algo muy importante para mantener 
					erguida una estructura en la que más de un centenar de 
					personas hacen vida normal”, comiendo en el restaurante, 
					recibiendo un masaje en la sala SPA o, incluso, apostando 
					sus cuartos en la ruleta rusa que se encuentra adosada en la 
					zona de baile y copas. 
					 
					Y es que sus 134 metros de eslora dan para mucha vida. En 
					total son 95 tripulantes y 69 pasajeros los que viajarán 
					durante dos semanas por Gibraltar, Ceuta, Motril, Ibiza, 
					Tarragona, Túnez, Argelia, diversas islas griegas, y por 
					Turquía, haciendo una parada en Córcega y Cerdeña.  
					 
					Por desgracia para muchos ciudadanos, se trata de un 
					itinerario no apto para todos los bolsillos: los clientes, 
					que cuentan con una media de edad de 50 a 65 años y son de 
					mayoría norteamericana, han pagado 5.000 dólares por semana 
					de viaje.  
   |