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OPINIÓN - LUNES, 28 DE ABRIL DE 2008

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Un fin de semana
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

En éstos días en que el tiempo resulta muy benévolo con nosotros, aunque sople un vientecillo algo antipático, no vamos a desperdiciar la ocasión para salir al campo y hacer unas cortas excursiones que nos alivien de las cargas estresantes de nuestros compromisos.

Dicho y hecho, este fin de semana lo hemos dedicado íntegramente al ocio. Un ocio sano que comienza el viernes con unas horas pescando. Lo cierto es que subiendo por la roca que se extiende como un pequeño cabo dentro de las frías aguas de Calamocarro sólo sirvió para que hiciera un poco de corto senderismo, porque pescar, lo que se dice pescar fue imposible. El antipático viento soplaba con más fuerza en la zona y sería imposible lanzar el sedal so pena de engancharse uno mismo con el anzuelo que retorna como un boomerang a causa de la fuerza del viento.

Dado que ni en Benzú podríamos pescar tranquilamente, nos dirigimos al muelle de La Puntilla y tras el correspondiente permiso, de la autoridad encargada de la vigilancia, nos dirigimos hacía la misma punta de la bocana. Bajo la mirada y resguardo del sufrido Hércules que aguanta eternamente esas dos columnas, nos dispusimos a gozar de una pesca doméstica. Buen puñado de peces conseguimos, pero que tuvimos que tirar a la basura nada más llegar a casa y prepararlos. Casi todos tenían una especie de larva o gusano vivo pegado dentro de la boca. Larvas o gusanos que no eran, de ninguna manera, los cebos porque estos eran trozos de gambas. Ese lugar, delante del Hércules, está tachado inexorablemente de la lista de sitios para pescar.

Como observación: existe un hueco en el paramento donde corren largas tuberías, exactamente casi en medio de todo lo largo del mismo, por donde se cuelan varios inmigrantes que se esconden en las esquinas de las naves, supongo esperando meterse en cualquiera de los barcos atracados. Ojo al dato.

Tras el chasco del mar, el sábado decidimos ir a la montaña donde pasamos unas horas campestres, y comiendo en el restaurante del Mirador, para después seguir nuestra excursión y visitar los torreones diseminados a lo largo de la frontera con el país vecino. El primero que visitamos nos dejó una desagradable impresión, totalmente abandonado y casi en ruinas en su interior, con una escalera que representa un auténtico peligro para quienes osen subir por ellas… de cabeza irán a un profundo pozo con agua en su fondo, ubicado exactamente en el centro del torreón.

Es hora de que “Septem Nostra” use toda su fuerza para luchar por la conservación de nuestra historia y me uno a sus miembros para pedir a nuestras autoridades que se vuelquen más en el entorno de nuestra ciudad y dejen de gastar dinero de manera inútil en quejas también inútiles en una supuesta campaña para negar al Gobierno decisiones tomadas con anterioridad.

Sin embargo, el torreón se encuentra muy cerca del barranco donde van a hacer los vertidos inertes a partir de hoy lunes. Si queremos que lo reparen y hagan una especie de monumento que pueda ser visitado por los turistas… malo lo veo con el vertedero delante de sus narices.

El domingo iniciamos la “aventura” del incomparable Parque del Mediterráneo, donde sólo se atrevió a bañarse mi hijo pequeño, con sus tumbonas perfectamente alineadas y su agua limpia pero tremendamente fría. Ni siquiera me quité la camisa.

Cuando decidimos comer, fuimos a nuestro favorito bar-restaurante, ubicado en la ancha acera de la Marina y cerca del edificio Trujillo para más señas, nos hartamos de tapas sin necesidad de sentarnos a comer en su íntegra palabra. Tapear no es lo mismo que comer, más variedad si quieren la encontrarán ahí.

Lo que me choca de mi ciudad, de Ceuta, es que aquí cualquiera que esté en servicio, con el bagaje de su función encima o sea con las armas, pueden entrar tranquilamente a tomarse una consumición. En ninguna otra parte está permitido que entren con armas en establecimientos de bebidas, ni siquiera para beberse un vaso de agua. El recuerdo del atraco a aquella gasolinera de Granada está muy reciente en mi cerebro. No quiero pensar que habría pasado si hubiera ocurrido un atraco armado en esos momentos.

Lo de las armas ya me cansa un poco, no digamos de los tiros que se pegan por ahí, como el incidente ocurrido en Juan Carlos I, que retrotraen la historia de Ceuta a la de Chicago: coches que se persiguen unos a otros y que cuando se cruzan pegan tiros como si del tenis se tratara. Menos mal que no ocurrió una desgracia que lamentar, porque los tiros perdidos suelen encontrar un obstáculo en su vuelo que configura el cuerpo de una persona humana inocente.

Insisto, no veo qué necesidad tiene la policía local de lucir y portar armas. ¿No tenemos Guardia Civil y Policía Nacional?... para poner multas no van a estar apuntando con ellas.
 

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