| Estos días un centro de arraigado 
					prestigio en Ceuta, el “Colegio San Agustín”, festejaba a su 
					Santo Patrono, nacido en Tagaste y fallecido en la antigua 
					Cartago (354-430 de la Era Común), hoy Túnez, asediada por 
					los vándalos de Genserico. Agustín fue, junto a otros 
					pensadores como Tertuliano, un claro exponente del genio 
					africano romanizado. Como recuerda Luis Suárez, académico y 
					medievalista de talante orteguiano, “Lo que caracteriza a la 
					interpretación cristiana de la Historia son dos cosas: a) el 
					tiempo se ordena en torno a un acontecimiento central, la 
					venida de Jesucristo y b), tal acontecimiento -vida, pasión, 
					muerte y resurrección del Mesías- no es sólo una verdad de 
					fe, sino también un hecho histórico”, ideas-eje sólidamente 
					ancladas en el pensamiento agustiniano impulsor de la rígida 
					interpretación histórica neoplatonista, el providencialismo, 
					substituto del ciclo de la Naturaleza pagana (griega y 
					romana) y la teoría del eterno retorno haciendo depender el 
					proceso histórico del mismo Dios, en un proceso lineal en el 
					que pugnan la “civitas terrena” contra la “civitas Dei”, 
					cuya representación sería “la Iglesia fundada por Dios”, 
					“agente o brazo de la divinidad en el gran teatro del mundo” 
					como matiza el profesor S. Giner. Para Agustín, la Historia 
					expuesta en su magna obra “La Ciudad de Dios”, 
					interpretación dogmáticohistórica del Cristianismo” según 
					Löwith, quedaría dividida en las siguientes siete épocas: 
					desde Adán al Diluvio Universal; del Diluvio a Abraham; de 
					Abraham al rey David; de David a la primera caída de 
					Jerusalén; del cautiverio judío en Babilonia a Jesucristo; 
					de Jesucristo hasta la Parusía, la segunda venida del Mesías 
					(ésta de duración incierta), más una última, la del 
					descanso, en cierto paralelismo con los 7 días de la 
					Creación. Para el filósofo Abbagnano, Agustín sintetizaría 
					la historia en tres periodos coincidentes con Grecia, Israel 
					y Roma: “En el primero los hombres viven sin leyes y no hay 
					todavía lucha contra los bienes del mundo; en el segundo los 
					hombres viven bajo la ley y por esto combaten contra el 
					mundo, pero son vencidos. El tercero es el tiempo de la 
					gracia, en el cual los hombres luchan y vencen”. Según el 
					profesor de la UNED Blas Casado, Agustín se habría inspirado 
					en Tyconio, “el escritor donatista más original del siglo IV”. 
					Nuestro hombre da comienzo a su obra en el 413, intentando 
					con ella dar respuesta a quienes sostenían que la caída de 
					Roma en manos de los godos de Alarico (410) y la intrusión 
					de otras tribus germánicas infiltrando y forzando el “limes” 
					en varias oleadas migratorias, eran debidas a la asunción 
					del cristianismo por el Estado y a la falta de respeto a las 
					antiguas deidades romanas. Agustín, apoyándose en la Biblia, 
					no creía que Roma fuera la última monarquía del milenio y en 
					cuanto a la segunda venida de Cristo al final de los tiempos 
					(muchos cristianos creían, al compás de las destrucciones 
					bárbaras, que estaba al llegar el Fin del Mundo y el Día del 
					Juicio Final), mantenía que sobre ese trascendental momento 
					no podían conjeturarse fechas ni circunstancias. Agustín 
					brilló también como hábil polemista contra herejías como el 
					maniqueísmo, el donatismo y el pelagianismo. “Yo deseo 
					conocer a Dios y el alma. ¿Nada más?. Nada más 
					absolutamente”, escribió en sus “Soliloquios”.
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