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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 30 DE ABRIL DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Los plenos vistos con humor
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Me pongo a escribir a la hora que está anunciado el comienzo del Debate del Estado de la Ciudad. Pues son las diez de la mañana. Pero reconozco que he estado a punto de dejar el folio en blanco y salir corriendo hacia lo que es llamado pomposamente Palacio de la Asamblea. Con el único fin de divertirme un rato y, de paso, hacerle al debate la crónica de humor que está pidiendo a gritos desde hace mucho tiempo todo debate municipal. Pero entiendo que ello no entra dentro de mi cometido actual. Y, claro, consigo frenarme.

Sería conveniente, y creo haberlo dicho muchas veces, que cuanto ocurre en los plenos fuera expuesto en los periódicos con sorna. Es necesario que salga algún periodista con ganas de contarnos situaciones que pasan inadvertidas y que deben ser objetos de suma atención. Porque a mí me consta que más de tres horas de cháchara entre políticos da para mucho divertimiento.

Creo que junto a la información de cuanto acontece en las sesiones plenarias y debates de cualquier tipo, deben existir los escritos donde la burla fina sea capaz de hacerles ver a los diputados la parte cómica que muestran en muchas de sus intervenciones. Incluso les vendría muy bien reírse de ellos mismos con lo que les dijera alguien que tuviese dominio de la ironía. Lo cual no es fácil. Todo hay que decirlo.

Confieso que cuando dedicaba parte de mi tiempo a observar con atención cuanto sucedía en los plenos, quienes más juego me daban eran quienes habían jurado permanecer en silencio aunque fueran tachados de impresentables. Daba gusto verles sentados en sus escaños sin decir ni pío y bostezando a calzón quitado. Los diputados no habladores solían exhibir un muestrario de tiques que daban para más de una crónica.

Me extasiaba viendo la cantidad de visajes con que adornaban su rostro los diputados. Tampoco faltaban las posturas horteras y los tocamientos en partes pudendas y otras lindezas por el estilo. Y qué decir de las miradas que se cruzaban entre partes y de qué manera los silencios sonoros eran presagios de odios africanos de por vida.

También dedicaba gran atención, cuando yo asistía a los plenos, a los discursos. Apuntaba en mi libreta todos los atentados que cometían los políticos contra el lenguaje. Los había que me daban un juego inconcebible. El mismo, a qué engañarnos, que pueden dar los actuales diputados. Y que me hace pensar cómo los medios están desechando la publicación de una sección que terminaría acaparando un gran número de lectores.

Por ejemplo: sería interesante el que la gente supiera a qué dedica Grodillo su tiempo cuando está Yolanda Bel en posesión de la palabra. Resultaría conveniente el comprobar si Juan Vivas sigue convencido de que sin despeinarse puede salir airoso de los ataques de Mohamed Alí. Muy crecido desde que se ha convertido en la mosca cojonera que molesta en nombre de Jenaro García-Arreciado. Y poder contar que, al fin, ha acertado Inmaculada Ramírez en sus intervenciones.

Pero en los plenos hay muchas otras situaciones a las que se les puede sacar punta suficiente como para distraer a los lectores. Verbigracia: destacar los ternos de Francisco Márquez y el arte que tiene para casar las prendas que se pone. Es el Petronio del Gobierno. Y, por encima de todo, escudriñar a Guillermo Martínez. Que tiene toda la pinta de quedarse dormido en cualquier momento.
 

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