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OPINIÓN - MARTES, 20 DE MAYO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Gordillo no debe alterarse
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Leyendo ‘El cuaderno gris’ de Josep Pla, una vez más, llego a la página 135 donde dice que la cosa más fina que él ha leído sobre política se encuentra en las Conversaciones de Goethe y Eckerman. Eckerman: “Napoleón debió poseer un poder de seducción excepcional, ya que todos los hombres se le ponían inmediatamente al lado con entusiasmo y se dejaban dirigir por él”.

Goethe: “Sin duda, su personalidad era superior. Pero la razón principal de su poder de atracción consistía en esto: que los hombres estaban seguros de conseguir sus fines guiados por él. Por esto se le adhirieron, como se adhieren a aquel que les infunde una creencia análoga: Los actores se adhieren a un director nuevo cuando creen que les dará buenos papeles. Es una vieja historia, que se repite perennemente: la naturaleza humana es así. Nadie sirve a otro porque sí; pero si cree que sirviéndole se sirve a sí mismo, entonces lo hace a gusto. Napoleón conocía perfectamente a los hombres y sabía sacar de sus debilidades el partido conveniente”.

Cada vez que leo este fragmento, confieso que Juan Vivas debe estar orgulloso de cómo le sirven todos los componentes de su equipo de Gobierno. Por supuesto que Vivas no es Napoleón -todavía pienso que no he perdido la chaveta del todo-; pero sin su concurso el Partido Popular no ganaría esas batallas electorales, con la rotundidad que él las viene ganando. Y, por lo tanto, los diputados no estarían disfrutando de esos cargos tan bien remunerados como influyentes.

Sin embargo, me imagino que esos mismos diputados demostrarán cada día la más absoluta lealtad a Pedro Gordillo. Por razón sencilla: un político que tenga que vivir de su cargo -o bien que viva de éste infinitamente mejor que lo haría en la empresa privada o como funcionario, que a su vez depende del líder de su partido, en este caso, Gordillo, no deja de ser un siervo absoluto de su partido y un peligro para el ciudadano. (Lo de siervo absoluto de su partido y un peligro para el ciudadano, lo he tomado prestado de un ensayo de Gabriel Albiac).

Con lo expuesto, me da la impresión de que los diputados populares viven en permanente estado de tensión; en un ay fatigoso y perjudicial para su salud; a fin de evitar cualquier muestra de simpatía hacia uno de los líderes, que a su vez, sea mal vista por el otro. Con las desastrosas consecuencias que una metedura de pata de semejante calibre, podría acarrearles.

En estos momentos, me consta que Gordillo lo está pasando mal. Porque cree que algunos de sus más fieles servidores le están juntando chinitas con los pies. O sea, que le están preparando una traición. Y, como él es de natural vehemente, se encabrita y acude a estrellarse contra el rompeolas formado por sus enemigos. Verdad es que el enfurecimiento le dura diez minutos al presidente del partido y también vicepresidente de la Ciudad –en suma, político poderoso-; pero son minutos que lo ponen al borde del disparate y le hacen mostrarse tal y como desean sus contrarios que lo veamos. Es decir, intentan por todos los medios sacarle de sus casillas para que se retrate con los ojos encarnizados; la palabra faltona; el rostro contraído; y, sobre todo, para quitarle el sosiego conveniente. Porque hombre cegado es presa fácil. ¡Cuidado, Pedro!... La política es una larga paciencia; un largo saber esperar.
 

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