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OPINIÓN - SÁBADO, 24 DE MAYO DE 2008

 

OPINIÓN / SNIPER

El común padre Abraham
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

Después del dialogante sarao que nos trajimos ayer, me lancé en “petit comité” ante representativos fieles de las tres religiones hermanas -¡y que rezan al mismo Dios!- a perfilar la semblanza del patriarca de referencia (ya saben que no estoy alineado) en base a la Biblia, obra humana en teoría inspirada por Dios… y a la historia. ¿La pasada columna?. Verán, me limité tan solo a interpretar el escabroso pasaje bíblico (Génesis 12, 10) tal cual. ¿Se dan cuenta ahora, amigos, de lo peligrosas que son las lecturas integristas, es decir “avant la lettre”, de cualquier texto presuntamente sagrado?.

La gran aportación en la historia de las religiones de la saga (conjunto de leyendas) de Abraham, es el paso de los sacrificios humanos (¿a Dios?) en el Oriente Medio de cuño semita, a la sublimación de los mismos mediante un ritual alternativo. J. Frazer explica admirablemente en “La Rama Dorada” el sacrificio del macho cabrío como “chivo de expiación”: en todo caso el ser humano es substituido por animales, lógico por lo demás entre pueblos pastores por los que, desde el comienzo de la Biblia, un Dios caprichoso y excluyente prefirió a los agricultores: la historia de Abel y Caín, el primer exiliado de la historia (Génesis 4), es un trasunto de este enfrentamiento secular que en España cristalizó con la Mesta; Abraham y José eran también, cómo no, pastores. También es interesante el culto a los protectores clánicos, quizás como espíritu de los antepasados y cuyas huellas pueden rastrearse en la Biblia donde se define a estos ídolos como “terafim”. Consulte el interesado lector Génesis 31: la fuga de Jacob con sus mujeres, Raquel y Lía, de la casa de su suegro Labán.

Según las últimas investigaciones, el “Abraham” histórico sería originario de Jaran (bien al norte de Tamar, Palmira) y solo una tardía tradición remontaría la estirpe a “Ur de los caldeos”. Trashumante en Sikem (Génesis 15), un Dios nacionalista que Abraham equipara con “Él, deidad supremo en la región sirio-cananea, le promete la posesión de la tierra a sus descendientes “desde el río de Egipto hasta el Río Grande, el río Éufrates”. Si ayer comentaba que podemos remontar los relatos hasta el siglo XIX de la Era Común, ciertos autores apuestan por el siglo XIV. Se trataba en todo caso de grupos beduinos ganaderos, de carácter trashumante y con un régimen patriarcal y clánico-tribal, según refleja su religión. La nación que luego se llamará Israel tiene un origen mixto, tras el maridaje entre un grupo no semítico de “hurritas” procedentes de las montañas del Kurdistán con tribus dispersas conocidas por fuentes contemporáneas como “habiru”, que al atravesar finalmente la Palestina histórica se mezclaron con la población semita cananea, tal y como refleja el Génesis en las leyendas de los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob. También todo apunta a que los futuros “hebreos” estuvieron muy ligados a los “hicsos”, cuya estela siguieron cuando éstos invadieron Egipto entre 1700 y 1580 antes de la Era Común introduciendo el caballo y el carro de guerra asentándose en el Delta, dando pie a las dinastías XV y XVI. Derrotados, elementos supervivientes bien pudieron haber partido con otro mito: Moisés. Pero esa es otra historia, en parte ya adelantada en su momento por Hobbes, Spinoza y Astruc.
 

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