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OPINIÓN - SÁBADO, 24 DE MAYO DE 2008

 
OPINIÓN

Que pase desapercibido

Por Antonio Gómez


Legar a una liguilla de ascenso, hoy en día Play Off, no es tarea fácil para ningún equipo. Aquí se juega a cara de perro y no hay espacio para el error. Toda una temporada, la de los 16 equipos que llegan a esta fase, tras muchos sacrificios, esfuerzos y fuerte inversión económica puede quedar en nada si en un abrir y cerrar de ojos algún jugador no da la talla, o si un árbitro tiene una ‘mala tarde’.

Son muchas las esperanzas depositadas hacia el ilusionante objetivo del triunfo que da lugar al ascenso de categoría, y el Ceuta tiene experiencias vividas como para pedir que los árbitros cumplan con la sóla labor de impartir justicia deportiva y no repartir errores injustos

Esta tarde, la AD Ceuta, inicia el camino de su quinta fase de ascenso, el quinto intento [no hay quinto malo] de alcanzar la Segunda División A del fútbol español. Atrás quedaron amargos sinsabores como el ácido recuerdo de Ferrol. Allí un árbitro se erigió en triste protagonista al arrebatar al equipo ceutí lo que en el campo y por fútbol desplegado se había ganado.

Y es que, ninguno de los 16 equipos que luchan por el ascenso se merecen sufrir por un puntual y determinante yerro arbitral que eche por tierra las ilusiones y las ambiciones justas de un colectivo [el que sea], de jugadores, cuerpo técnico, directiva y afición.

A lo largo de una temporada regular, el error puntual de un colegiado en contra puede compensarse con otro, semana más tarde, a favor. Hay tiempo para recuperarse, hay semanas y partidos para remontar. Pero en una fase de ascenso como la que tenemos por delante, un error puede ser crucial, clave, trascendente, definitivo y llevarse por delante todo el trabajo desplegado [por el club que sea] a lo largo de una temporada planificada.

A partir de las ocho y media salta al terreno de juego para administrar justicia deportiva, Mario Melero López, un árbitro andaluz que deberá ejercer de justo trencillas y, sobre todo, alcanzar su primordial objetivo como colegiado: que nadie se acuerde de quien dirigió el encuentro una vez concluido. Es decir, pasar desapercibido absolutamente.

No hay nada más injusto y que cause mayor impotencia que la predisposición de quien en su mano tiene la posibilidad de arrebatar a golpe de silbato lo que el fútbol intenta ganarse en el campo y, además, lo haga.

No debe ser una teoría infalible el que el juez tenga que ser, por decreto, el protagonista de un partido.

El árbitro tiene la responsabilidad y la obligación deportiva de no involucrarse en el resultado final.

Es el deseo de todos que el andaluz Melero López no nos de nada, pero que tampoco nos lo quite. A partir de ahí que sea sólo el fútbol el que guíe la eliminatoria. y que el árbitro se acueste con la conciencia tranquila.
 

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