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OPINIÓN - DOMINGO, 25 DE MAYO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

La que se puede liar
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

La derecha española está superándose en lo que mejor ha sabido hacer siempre: practicar el cainismo. La sede de la calle Génova se ha convertido en un centro especializado en transmitir imágenes bochornosas. Los dirigentes del PP, enzarzados en luchas intestinas, no cesan de retratarse como malos perdedores; y nos ofrecen diariamente pataletas de individuos que causan sonrojo generalizado.

Los principales profesionales de la política de la derecha, por dedicación y porque cobran, están dando muestras evidentes de que no son merecedores de la confianza que diez millones de votantes depositaron en ellos. Es verdad que esa derecha, divida en dos bandos, desde que Alianza Popular se convirtió en Partido Popular –gracias a las muchas conversaciones habidas entre Manuel Fraga y Marcelino Oreja, en los setenta-, ha podido permanecer unida -hasta ahora- gracias al miedo que Aznar inspiraba a los barones.

Un Aznar que implantó en el partido una disciplina cuartelera y evitó, con mano férrea, que las disputas internas sirvieran de regocijo a quienes gustan de ver a los políticos convertidos en jaques. Políticos bravucones y arrogantes, que cuando pierden el oremus, por ambiciones desmesuradas, se expresan y se muestran públicamente como si procedieran de las sentinas.

Tampoco es menos cierto que la disciplina de Aznar no podía durar siempre. Y mucho menos cuando éste principió a creerse lo que no era y dio rienda suelta a sus aires de grandeza. Una especie de locura incubada en la Moncloa y que lo indujo a cometer desatinos que sigue penando el partido. El nombramiento de su sucesor a dedo fue uno de ellos.

Con el partido a escala nacional hecho unos zorros, y prevaleciendo por encima de las ideas el fulanismo a troche y moche (alentado por ese peligro público llamado Federico Jiménez Losantos, inteligente hasta el extremo de tener a la Conferencia Episcopal comiéndole en la mano), el problema radica en que la reyerta se extienda hasta los últimos confines del PP. Será entonces, sin duda, cuando vamos a ver números circenses que harán historia.

En Ceuta, por ejemplo, y aprovechando el desorden existente entre las huestes populares, los hay que tratan de sorberle la sesera a Yolanda Bel, portavoz del Gobierno y consejera de Medio Ambiente, para que ésta se presente como candidata a la presidencia del partido, en las próximas elecciones. Lo cual es tan legítimo como saludable para comprobar, una vez más, si la democracia en el seno del PP es una realidad que concierne a todos sus militantes, aunque éstos pertenezcan a clanes diferentes y estén divididos en moderados o radicales.

De momento, Bel se deja querer. Que es peor que decir taxativamente sí, o no. Así, poniendo cara de niña que no ha roto un plato en su vida y con la sonrisa a flor de labios, lleva varios días recreándose en la suerte de ver cómo muchos militantes le están dorando la píldora e infundiéndole ánimos suficientes para que le eche valor a la cosa. Y ella, faltaría más, se siente halagada mientras disfruta del gustazo que le produce el mero hecho de pensar que está en condiciones de echarle un pulso a quien aún se siente poderoso e invencible. Lo peor del asunto, pues conocemos el paño, es la que se puede liar. Oído al parche.
 

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