Quiera que no, la situación de la
población inmigrante no está como para tirar rosas en su
camino imperfecto, ahora que estamos en Corpus. Escribo esto
porque al dar unas vueltas por la capital catalana (algunos
dicen capital de Polonia, por lo de llamar polacos a los
catalanes) he observado el conglomerado de ciudadanos
residentes.
Noto que existe un cambio bastante grande. Un cambio que
llega a ser agobiante y que se traduce en la falta de
civismo de algunas personas.
Una anécdota: mientras paseaba por la ciudad, con mi
familia, bajamos al Metro al objeto de llegar antes al lugar
donde tenía que hacer las gestiones objeto de mi viaje a
tierras catalanas. Pues bien, mi chico me pidió le hiciera
una foto. Dicho y hecho agarro la cámara y disparo sacando
una instantánea de mi hijo en brazos de la madre. Hasta aquí
todo normal, lo anormal resultó que dos pasajeras que
estaban sentadas en los asientos colindantes al de mi
familia me soltaron:
- ¿Qué haces, tío? -me inquirió la pasajera más joven de las
dos, una chica como de 25 a 30 años, delgadísima, con los
pantalones más bajos que el inmortal Cantinflas.
- ¿Que qué hago? A Vd. qué le importa.
- Será sinvergüenza el tío -exclama la señora de más edad,
una señora cincuentona y de buenos kilos de más.
- Disculpad ambas, no sé de qué me hablan -replico
- ¿Qué haces? Mira que sacarnos fotos… -interrumpe la más
joven.
- Miren Vds., las fotos las hago a mi familia, no son Vds.
tan importantes como para gastar la memoria de la tarjeta
-les respondo bastante cabreado.
Justo en ese momento para el convoy en una de las estaciones
del Metro, creo que la de “Arc de Triomf“, y la señora de
más edad se apea. Nada más hacerlo se dirige resuelta a unos
vigilantes de seguridad que andan controlando el andén y,
señalándome a mí, les dice que quiere denunciarme. Los
vigilantes de seguridad al enterarse de qué se trata, casi
se parten de risa y conminan a la señora que se quede
tranquila, que turistas raros hay muchos. Dos de ellos me
han reconocido como miembro de la empresa de transporte.
La chica joven, que permanece sentada leyendo una revista me
mira descaradamente. No merece la pena seguir con el tema y
vuelvo a lo mío, o sea a seguir sacando fotos de mi familia
en el Metro. Los demás pasajeros ni “mú”. Cada uno a lo
suyo.
Bueno, esta anécdota magnifica hasta dónde ha llegado cierto
sector de la ciudadanía en atención a unos derechos que
creen corresponderle. Menos mal que no perdí el equilibrio
dentro del vagón con los vaivenes de su recorrido. Digo esto
porque si llego a tocar a cualquiera de esas dos mujeres de
manera accidental, por el movimiento del tren, tal vez
griten a plena voz que las estoy agrediendo físicamente. Así
se escribe parte de la historia de los malos tratos y la
mala leche de la gente juega el resto, testificando como les
venga en ganas.
Cambiando de tema, lo ocurrido en Italia, en referencia a
los inmigrantes, trae consigo un mal agüero para nuestro
país. Cuando cunda la noticia entre los inmigrantes
aspirantes a entrar en Europa, guiados por la mafia de
tráfico de carne humana, dirigirán sus puntos de mira a
nuestro país. La insolidaridad del gobierno italiano, en
relación con las normativas de los demás países miembros de
la UE, traerá cola y problemas de fondo. Al tiempo.
No me extraña en absoluto esa decisión del Gobierno
italiano. Mucho se ha probado que la clase política que tira
más allá de la derecha siempre se ha portado así: puro
sentido racista. La Historia está llena de referencias. Algo
sobre la raza aria creo…
Bueno, mis días de estancia en tierras catalanas tocan a su
fin, y pronto estaré de nuevo en mi ciudad. Hasta mañana si
los hados, el destino y el editor, quieren.
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