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OPINIÓN - LUNES, 2 DE JUNIO DE 2008

 

OPINIÓN / ALGO MÁS QUE PALABRAS

La salida de Cristina Garmendia
 


Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
 

Parece que empieza a querer germinar el nuevo ministerio de Ciencia e Innovación, ahora con el más difícil todavía, desmembrado de Educación, con la puesta a punto de esperanza, la fe en la orden de salida y la venia debida. Hay que desarrollar la Estrategia Universidad 2015. Con siete años por delante, los deslices se olvidan, las crisis se sobrellevan y, si acaso, siempre hay tiempo para endosarle la culpa a otro contador de historias. La titular de la cartera, Cristina Garmendia, lo tiene claro, ha comenzado su periplo llamando a filas, deseosa de abrir diálogo, esto siempre viste bien aunque luego se convierta en un monólogo, para propiciar –según ella- un nuevo modelo que fortalezca el sistema y refuerce el carácter continuo de la formación superior. Ya me dirán cómo conseguir abrir juego semántico, cuando la educación dormita en el fuera de juego y la ciencia en las gradas de la soledad.

De entrada los 140 grados universitarios, que no sabemos si los avala la cartera de Educación o la cartera de Ciencia, han recibido las aguas bautismales favorables de la Agencia Nacional de Evaluación de la calidad y acreditación, donde reza que tiene como misión: contribuir a la mejora de la calidad del Sistema de educación superior, mediante evaluación, certificación y acreditación de enseñanzas, profesorado e instituciones. Cuando menos ese rezo tiene corteza, suena bien, veremos si la miga le acompaña. Sea como fuere, la ministra que innova y espolvorea ciencia, no se ha cortado un pelo y barrió para su campo, ante la muchedumbre rectoral. Lo hizo sin titubeos. La incorporación de las universidades, a su cartera, es la guinda. Quizás no le falte razón. Verdaderamente la educación, aparte de estar por los suelos, con un letargo de siglos, la mangonean ciento y la madre, empezando por el político de turno en cada comunidad autónoma.

Cristina Garmendía sabe ganarse al auditorio. La intuición femenina al poder. Dijo lo que todos quieren oír: “Cualquier política de ciencia, desarrollo tecnológico e innovación debe contar de forma clara con las universidades”. Luego, ya veremos la libranza económica que llega. Las palabras no cuestan nada y uno suele quedar de lindo que no veas. Al menos en ese momento. Luego el tiempo, tribunal que juzga la coherencia, acaba poniendo a cada uno en su sitio. La verdad que tiene trabajo por delante. Hay que reconocer que la puesta en marcha del Estatuto del Personal Docente Investigador y del Estatuto del Estudiante, ambos previstos en la reforma de la Ley Orgánica de Universidades, no es moco de pavo, sobre todo si se quiere ir más allá del espíritu de la normativa y desarrollarlo. Lo va a tener difícil llevarlo a buen puerto. Y no porque no quiera, que seguro que sí, pero don dinero en estos menesteres, como en casi todos, es decisivo. La sociedad tiene que decidirlo y pensar que, invertir en educación, no es dinero a fondo perdido. Con la crisis económica en los talones, con unos jóvenes que prefieren las universidades privadas y con metodologías arcaicas, resulta bastante difícil abrir camino. No diré que es un amor imposible, pero es un amor que cuesta.

Ojalá que este nuevo Ministerio se ennoviase con el de educación, ambos tuviesen más financiación, prioridad en la financiación, y sirvieran para reforzar los vínculos de un sistema universitario que pide a gritos reformas, con planes y programas de calidad. Hay que poner toda la carne en el asador si queremos que nuestra universidad avance y salga del letargo. Ahora es el momento de una mayor implicación del mundo universitario y el empresarial, de la sociedad con la universidad. Ambos deben caminar en la misma dirección. Una sociedad que se aleja de la universidad y una universidad que no cuenta con la sociedad, es como un barco a la deriva que se lo tragan las olas.
 

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