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OPINIÓN - MARTES, 3 DE JUNIO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

El gafe se quedó en Ceuta
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Tengo entendido que Juan Vivas apuntaba muy buenas maneras como jugador de fútbol. Un deporte que amó siempre y que terminó convirtiéndole en un aficionado que nunca, salvo en su etapa de universitario, dejó de acudir al Alfonso Murube.

Vivas fue durante varios años directivo importante de la Agrupación Deportiva Ceuta. Tan importante como para mandar más que el presidente. Aunque a su manera: es decir, tomando las decisiones mientras éstas eran ejecutadas por quien figuraba como mandamás del club y hasta daba la cara de mala manera.

Conviene decir, cuanto antes, que Vivas le dedicaba muchas horas al primer equipo local. Pero carecía de suerte. Por lo que tuvo que ver cómo en un partido de la Copa del Rey, en el Ramón de Carranza, la Agrupación encajaba nueve goles. Aquello fue un revés del que tardó en recuperarse. La debacle de Cádiz, sin embargo, ocurrió por la mucha confianza que Vivas seguía teniendo en varios jugadores locales, que estaban ya para pocos trotes.

No obstante, Vivas tuvo la suerte de disfrutar, como aficionado, con los triunfos de la Asociación Deportiva Ceuta. Equipo que destacaba en su grupo y terminaba jugando liguillas y eliminatorias de ascenso. Eran otros tiempos, sin duda. Aún se recuerda lo ocurrido en La Malata: que así se llama el campo de El Ferrol donde el árbitro, creo que canario, se vengó y bien de los odios que había generado José Antonio Muñoz entre personajes que podían influir en contra del equipo.

Y tras dejar éste, me refiero a Muñoz, la presidencia, la Asociación Deportiva Ceuta comenzó a dar tumbos y a punto estuvo de hundirse en el abismo del descenso. Todo ello, a pesar de que Vivas apoyaba la causa de los nuevos directivos y los políticos populares acudían al palco radiantes de felicidad y convencidos de que todos los éxitos anteriores sólo merecían repulsas. De modo que en el palco, a falta de victorias, se solían festejar las derrotas. Que eran muchas y muy seguidas.

Y la gente, que no se le escapa nada, trató de descubrir al gafe que estaba haciendo posible que el primer equipo local, de la noche a la mañana, hubiera pasado de ser un grande de su grupo a convertirse en un conjunto mediocre, cuyos directivos celebraban un triunfo sobre el Baza, verbigracia, con el cual se evitaba entrar en zona de descenso. Y, claro, a Vivas empezó a notársele la angustia de verse cualquier día señalado por sus enemigos, que también los tiene, como el cenizo que impedía la buena marcha del club. Debido a que le achacaban ser el presidente en la sombra. En una palabra: que volvía a ejercer el mismo poder en el club que tuvo cuando Antonio Rodríguez Serrano era presidente. Puesto que se le veía más entregado que nunca a la causa.

Pero de pronto se hizo la luz en Pasarón. Donde la Asociación Deportiva Ceuta le dio un repaso, de mucho cuidado, al conjunto gallego. Y todo se fraguó en la zona vital del medio terreno. En ella, los ceutíes se aprovecharon de la lentitud pasmosa de los centrocampistas pontevedreses. Lentitud física y mental. Y a quienes les costaba lo indecible manejar el balón. Jugaron desatinados y fueron puestos en evidencia por la claridad de ideas que ofreció el equipo entrenado por Benigno Sánchez.

Y Vivas, al fin, pudo respirar y decir a voz en cuello: “yo de gafe no tengo nada. El gafe se ha quedado en Ceuta...”. ¿Quién será?...
 

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