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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 4 DE JUNIO DE 2008

 
OPINIÓN / COLABORACIÓN

La Escuela en la II República: mirar
al pasado para mejorar el futuro

Por Antonio Palomo, secretario general del Sindicato de Enseñanza CC.OO. de Ceuta


Mirar al pasado, pasar páginas hacia atrás en el libro de nuestra historia colectiva y personal no es un ejercicio estéril, sino una forma de mejorar actuaciones y de construir un futuro de progreso, justicia y equidad.

Realizando una visión retrospectiva de vivencias personales en el ámbito educativo, me encuentro al inicio de mi vida profesional con una escuela “pobre”, que comenzaba a emerger de una lamentable etapa, en la que afirmaciones como las de que “pasa más hambre que un maestro de escuela” eran una auténtica realidad.

Como todos los asertos populares, este tenía esa carga de razón y de profundidad que nos permite afirmar que la hambruna no sólo era la del maestro, sino de todo lo relativo a la educación: hambre de recursos, de cualificación, de reconocimiento social, de justicia equitativa, de igualdad de oportunidades. En definitiva, hambre de todo y hartazgo de sometimiento, adoctrinamiento y mediocridad.

Comencé mi andadura profesional coincidiendo con la, por aquel entonces, sonada reforma de Villar Palasí que, según se afirmaba, acababa con aquella pobre escuela y, por tanto, no viví de lleno ese sombrío período.

Desde luego, si, como los compañeros mayores de aquel entonces aseveraban, la enseñanza mejoró ostensiblemente después de la mencionada reforma, aquello tuvo que ser peor de lo que se contaba. Conocí la escuela de los 70, una institución sin medios, en los que la individualidad, la ilusión, los valores y la vocación de muchos maestr@s hicieron posible lo que los poderes públicos ni promocionaban, ni pretendían.

Hoy la educación en nuestro país, sin llegar aún a los parámetros europeos, es una prioridad para nuestra sociedad y para cualquier gobierno democrático. En estos momentos, con muchos retos aún pendientes de conseguir, nuestro sistema educativo goza de recursos, es mucho más justo, equitativo, solidario,individualizado, defiende el carácter público de la enseñanza y se basa en los principios de universalidad, gratuidad, igualdad y libertad.

Deberíamos seguir hojeando hacia atrás ese imaginario libro educativo hasta llegar a una época en la que el esfuerzo por llegar a una escuela con estos principios y características sembró la semilla de las actuales políticas educativas.

En un retroceso de casi una centuria y en unos años de confusión, cambios y convulsiones políticas y sociales, emerge con luz propia la escuela de la II República que, fundamentalmente en su primer bienio, sienta las bases para una modificación trascendental en materia legislativa para ser artífice del cambio educativo.

Medidas tales como la erradicación del analfabetismo, elevación del nivel de instrucción medio de la población, compensación de las desigualdades, reconocimiento del bilingüismo, carácter laico de las escuelas, unificación de sexos en las Escuelas Normales..., son complementadas con la aplicación de un plan quinquenal de dotación de 7.000 escuelas anuales (hasta alcanzar un total de 27.151 a la finalización del proyecto), de reformas de las condiciones económicas de los maestros y del sistema de acceso de la enseñanza.

Carácter progresista

Estas políticas dan una verdadera dimensión del carácter progresista y futurista de este período de nuestra enseñanza que, nunca será lo suficientemente valorado, debido a que lo efímero de su duración, por circunstancias históricas suficientemente conocidas, truncó las precursoras y magníficas actuaciones educativas que en nuestro país se habían iniciado.

Volver la vista atrás nunca es malo, si se hace con objetividad, sin prejuicios y sin rencores. Sirve para hacer balance, reconocer lo bueno, desechar lo malo, repetir aciertos, no reproducir errores y, por tanto, tomar los caminos y decisiones acertadas. La escuela de la II República es todo un pilar y ejemplo, para los que creemos en que ese tipo de enseñanza es el primer germen de una sociedad más igualitaria, justa, democrática y libre.
 

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