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OPINIÓN - SÁBADO, 7 DE JUNIO DE 2008

 

OPINIÓN / SNIPER

Jariyismo, frente a sunnismo y shiísmo (II)
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

Previamente, recapitulemos la historia marcando de entrada dos fechas referenciales: la batalla de Siffin (657 EC), que consagró la división entre sunníes, shiíes y jariyíes, seguida del comienzo de la dinastía Omeya tras el asesinato del cuarto califa “guiado”, Alí (661 EC). Alí era primo del Profeta, hijo de Abu Talib, el tío que crió al joven Mahoma tras quedar huérfano y que por cierto nunca aceptó convertirse al Islam; además era esposo de Fátima, hija del Profeta y que le dio dos hijos. Tras ser nombrado califa, Alí se encontró con dos importantes fuerzas opositoras que rápidamente sumaron fuerzas: por un lado dos despechados pretendientes al poder califal; por otro nada menos que Aisha, la influyente e intrigante viuda del Profeta. ¿Las razones?: quizás Aisha, rencorosa, no perdonara a Alí el famoso “episodio del collar perdido”, acaecido en los alrededores de Medina en vida de Mahoma y que arrojó sombras de duda sobre la fidelidad de Aisha, quizás alentadas por Alí… Los insurgentes reciben refuerzos de la ciudad de Basora, enfrentándose al legítimo califato de Alí en la famosa “Batalla del Camello”, así llamada por conducirla Aisha desde una litera instalada sobre uno de estos animales. Alí logra derrotar a la coalición tras ser auxiliado por efectivos militares leales procedentes de Cufa; muertos los dos aspirantes, Aisha es trasladada bajo una fuerte escolta a un exilio dorado en Basora, ciudad donde queda estrechamente vigilada hasta su muerte. ¿Y después?. Alí fue acusado por el “wali” de Damasco, Muawiya, de complicidad en el asesinato de su antecesor, el tercer califa Othman, compilador según la tradición del Corán y que tras doce años de mandato fue ejecutado, mientras leía el Libro Sagrado, por tropas musulmanas rebeldes alzadas en Egipto. El choque entre Alí y Muawiya fue inevitable: ambos ejércitos se enfrentaron en julio del 657 en Siffin, curso alto del Eúfrates. El taimado Muawiya incitó a sus tropas a adherir páginas del Corán en las puntas de sus lanzas y a que gritaran, con todas sus fuerzas, una cita adaptada del libro sagrado: “La decisión no pertenece más que a Alláh/Dios”. Temerosos y embargados por la superstición, una gran parte de sus efectivos se negaron a seguir combatiendo contra un presunto enemigo que portaba la sagrada palabra de Dios trasmitida al Profeta… Resultado: Alí se vio forzado a aceptar una tregua y someterse a un largo arbitraje, admitiendo tácitamente que su califato y la “wilaya” de Muawiya estaban al mismo nivel de legalidad y legitimidad política, ¡ambos cargos estaban en litigio!; tras seis meses de debates el árbitro elegido por el partido de Alí es derrotado por Amr, el astuto y brillante árbitro de Muawiya… Política y militarmente debilitado, un abatido Alí es forzado a abdicar. Tercer y último acto: desencantados, un numeroso grupo de sus antiguos partidarios, “Los separatistas o jariyíes”, se van de su lado reprochándole debilidad al aceptar un arbitraje dilapidando la legitimidad de su poder como califa, vicario del Profeta. Alí ataca al este del río Tigris aniquilándolos en la batalla de Nahrawan (julio de 658); tres años después un superviviente lo asesina hundiéndole una daga a la entrada de la mezquita de Cufa; sus seguidores juran lealtad al hijo mayor, Hassan. ¡El shiísmo toma carta de naturaleza!.
 

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