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OPINIÓN - DOMINGO, 22 DE JUNIO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

La ‘pavana’


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Es un permanente recuerdo del GIL en esta tierra. Es el símbolo que compró Antonio Sampietro. Quien, por más que tuviera las entendederas lacias y la voluntad sometida a la tiranía de un chochete ambicioso, se percató bien pronto de que inmortalizando a la ‘pavana’ se inmortalizaba él. Se hacía eterno en una Ceuta que le había ofrecido la oportunidad de codearse con el Rey de España.

Sampietro llegó a esta ciudad convencido de que los medios de comunicación tardarían cinco minutos en someterse a sus caprichos. Y así fue. Pero nunca consiguió que este periódico doblara la cerviz ante él. Mas presumía de haberse hecho con la propaganda de una viñeta cuyo autor festejaba el cambio de gobierno porque Jesús Fortes se había desnortado y ya no contaba con la confianza del editor donde a él se le publicaba su tira.

Las llamadas del autor de la tira a la redacción eran diarias y pedía instrucciones para destacar la inminente llegada de las huestes de Jesús Gil. Higinio Molina, director entonces, aleccionaba al bueno de Vicente Álvarez. Y a éste sólo se le ocurría alabar a un partido que proclamaba tener la misión de evitar que esta ciudad se despeñara por la ladera de la perdición manejada por el PP.

No cabe la menor duda de que Vicente, con su humor político y sociológico, como de coña, había conseguido una enorme popularidad con su ‘pavana’. Pero Vicente, que es artista con aires de bohemia y un punto de despreocupación controlado, en vez de sacar a relucir su identidad lo que hizo fue echarse en los brazos del director Molina. El cual pertenecía ya al GIL en cuerpo y alma.

Así, en cuanto Sampietro fue investido presidente, y los periodistas que habían ayudado al GIL en la campaña electoral se situaron en puestos de poco trabajo y sueldos de locura, Vicente siguió trabajando con ellos codo con codo. Juntos repasaban las cosas del día y la ‘pavana’ salía cada mañana contando historias de grandeza y haciendo loas de un Sampietro al que consideraba genial en todos los sentidos.

Sampietro, que nunca había destacado en nada y mucho menos se había visto reflejado en los periódicos con tanta prosopopeya, cuando le pasaban la tira de Vicente caía en un trance que le hacía gemir cual si estuviera disfrutando de placeres carnales. Grititos que traspasaban el umbral de su despacho y llegaban hasta los dominios de los periodistas que le habían recomendado ganarse para su causa a un Vicente que con dos dibujos y cuatro palabras era capaz de conseguir adeptos para la causa. Lo que les valía a los periodistas para adornarse con plumas ajenas.

Una mañana en la que Sampietro estaba eufórico, por razones afectivas y económicas, un profesional muy reputado del periodismo local (!), le dijo al presidente que ya era hora de encumbrar a la ‘pavana’. Y se explicó: “Porque es una de las muy pocas personas (e instituciones), que defiende a este pueblo con firmeza, independencia y valentía”. Y el sí de Sampietro quedó eternizado en la Avenida del Cañonero Dato.

Ahora, cuando el GIL forma parte de la historia de este pueblo, triste historia, el secretario general de CCOO le ha pedido a Vivas que le erija otro altar a la ‘pavana’ por la defensa numantina que ha hecho contra el traslado del Mercado Central de Abastos a la Manzana del Revellín. Y ya están los técnicos municipales buscándole sitio.
 

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