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OPINIÓN - VIERNES, 27 DE JUNIO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

La invitación
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Nunca he sido personaje destacado como para que mi nombre aparezca en las listas donde figuran quienes sí lo son y por tanto suelen ser invitados a todos los actos que se celebran en esta ciudad. Aunque de vez en cuando alguien se acuerda de mí porque desea verme a su vera en cualquier acontecimiento y entonces, tras sopesar la situación, puedo hasta vencer mi galbana -pereza momentánea- y no desairar a la persona que ha tenido la gentileza de mandarme el saluda correspondiente.

Pero lo que nunca me había ocurrido, en las escasas ocasiones en las que acepté ponerme el traje de los domingos para corresponder educadamente a una invitación, es que el último mono de la casa a la que fui invitado, se acercara a mí para decirme con toda solemnidad lo siguiente:

-Manolo, vengo a decirte que no tienes por qué agradecerle al delegado del Gobierno la invitación que has recibido para estar aquí junto a Clemente Cerdeira; Porque ha sido éste quien así lo quiso.

Roberto Franca es el último mono de la Casa sita en la Plaza de los Reyes, aunque vistiera un terno vistoso y que yo le celebré. Y que vino a contarme lo que sabía sobradamente, porque así me lo había comunicado un hijo del laureado. Le faltó decir, al siempre indecible Franca, que mi presencia en la delegación le molestaba y que no me hiciera ilusiones de volver a pisar su territorio y mucho menos cuando en él se diera cita lo más granado de la tierra.

Escribo la anécdota por deformación profesional; ya que uno intenta hacer literatura de todo. Un todo que me ayuda a que la botarga reciba algunas veces satisfacciones placenteras. De lo contrario, me vería obligado a repetir costumbres de los nunca olvidados cuarenta: primer plato, lo que haya; acompañado de un poco de pan negro, que a su vez servía para mojarlo, por ser duro como el pedernal, en media taza de sucedáneo de café.

Franca, de verdad, debes reconocer que pecaste de imprudencia al referirme lo que no dejaba de ser una indiscreción. Mas no temeraria -que más quisieras tú ser tenido por hombre valiente y decidido-, sino de la otra: de la que sólo se les ocurre a quienes son cortitos de mente. Y no es la primera vez que te comportas así conmigo. Si bien no te guardo el menor rencor. De modo que pelillos a la mar.

Pues bien, metido ya en cuestiones de sociedad, se me viene a la memoria un pensamiento de quien ganó fama de ser un genio de la conversación: Oscar Wilde. “Es absurdo dividir a la gente en buenos y malos. La gente, o es encantadora, o tremendamente aburrida”.

A mí me encantó oír con suma atención lo que me estuvo diciendo José Antonio Carracao, en presencia de José Antonio Muñoz, mientras se daban los últimos toques para que pudiera comenzar el acto al que Clemente Cerdeira me había invitado. Carracao exhibió esa llaneza inmaculada de la juventud agradecida. Durante el ágape con que se nos obsequió en la delegación, tuve también la oportunidad de recibir un soplo de aire fresco por parte de Inmaculada Ramírez: Portavoz socialista. La señora Ramírez estuvo encantadora cuando trataba de explicarnos cómo le había cambiado su vida, y por supuesto la de su marido, al convertirse ella en diputada de la Asamblea y vivir su cargo con la ilusión de todos los iniciados. El marido terminará hablando solo...
 

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