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OPINIÓN - LUNES, 30 DE JUNIO DE 2008

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Igualdad ¿en qué?
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

Estos días que estoy pasando en tierras “polacas” está acrecentando el saber acumulado en mis células grises que hace bueno el dicho “Nunca es tarde para saber”.

He pasado estos días recabando información sobre diversos temas de actualidad, entre los que destaco las opiniones sobre el nuevo ministerio inventado en la pasada campaña: el de la Igualdad.

La mayoría de empresarios que conozco y a los que he visitado coinciden en que la declaración de Bibiana Aído, acerca de que la mujer es la primera en ser despedida, tiene un trasfondo que la propia ministra no ha querido transmitir.

Muchos de ellos manifiestan que la mujer ha llegado a un nivel que resulta casi imposible asimilar por cuanto llevan consigo consecuencias que traen auténticos desajustes del orden establecido.

Algunos afirman que no desean admitir a las mujeres porque a la menor ocasión sacan a relucir su verdadera naturaleza y luchan por hundir, no ya al hombre sino a todo lo que le rodea.

Uno de los casos que vienen a cuento y que lo extiendo aquí es el referido a un trabajador honrado que sufre condena de cárcel a causa de una de esas injusticias que a menudo ocurren. Demasiado a menudo, sobre todo cuando son juezas y “fiscalas” las que lo llevan.

La mujer de ese honrado trabajador se había peleado con una amiga, pelea no precisamente verbal, de la que salió malparada con heridas. Acudió a un hospital y se hizo reconocer por el médico de turno, presentando a continuación denuncia en una Comisaría contra su amiga.

El marido, honrado trabajador, le recrimina esa actitud siendo como es madre de familia. Ni corta ni perezosa acude a otro hospital y con el nuevo parte médico acude a otra Comisaría denunciando a su propio marido por malos tratos y agresiones.

De nada sirven las alegaciones del pobre hombre ante la jueza y la “fiscala” del caso. Es condenado sin remisión. Sólo vale la palabra de ella y las pruebas forenses. Lo de la otra denuncia nunca más se supo.

Otro honrado trabajador, también empresario, dedicado a arreglar la boca a la gente mediante las consabidas prótesis, vulgarmente llamadas dentaduras postizas, contrata a una trabajadora que no tenía ni puta idea del moldeado dental. Hace de tripas corazón y procura enseñarla para que se adapte a los métodos que usa en su taller de protésico dental. Durante el período de prueba se percata que no es admisible esa trabajadora y así se lo comunica. La tal trabajadora monta un escándalo que ni los hinchas de España superan.

Este honrado trabajador, también empresario y al que conozco desde mi juventud, es denunciado por acoso laboral, agresiones verbales y físicas y hasta de intentos de acoso sexual mediante insinuaciones. Total: a la cárcel. Sin pruebas y sin posibilidades de defenderse. A pesar que dos hijos suyos son empleados de su empresa. Testigos familiares no valen.

Otro honrado trabajador regresa a casa después de celebrar una fiesta con sus compañeros, como viene bastante bebido prefirió tomar el ferrocarril metropolitano en vez de la moto. Se queda totalmente dormido y se pasa de estación, siguiendo así hasta final de recorrido. Los vigilantes jurados lo despiertan, aunque en realidad no consiguieron despertarlo, y lo sacan a rastras de la estación. Con tan mala suerte que cae sobre una mujer que pasaba por allí. ¿Qué pasó?, pues denuncia al canto por agresión sexual. No acaba ahí la cosa sino que mediante la publicidad dada al caso se presentan varias mujeres para asegurar que ese honrado trabajador es el mismo que las acosaron, hará dos años, una de ellas afirma que es el atracador enmascarado que le robó el bolso a punta de navaja. ¡Lo reconoció por las cejas!, total ¿qué? ¡a la cárcel!. De nada sirve que la familia en pleno afirme que en las fechas de las supuestas agresiones y atracos el trabajador estaba en casa. La jueza y la “fiscala” no admitieron varias pruebas de la patente inocencia.

Mal asunto ese si los acusados no tienen la misma igualdad que sus acusadoras.
 

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