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OPINIÓN - MARTES, 1 DE JULIO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Luis Aragonés
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

La última vez que escribí de él fue el 14 de septiembre de 2006. Y he creído conveniente transcribir literalmente lo que dije entonces. La primera vez que le vi de cerca fue durante su primera temporada en el Betis, entrenado por Fernando Daucik, y ya se había distinguido en el Oviedo por golpear el balón de manera magistral. El Zapatones causaba respeto porque parecía que estaba siempre sumido en un cabreo peligroso. Yo tenía un año menos que Luis cuando Portuense y Betis jugaron un partido amistoso.

Ganó fama en el Atlético de Madrid, pero anduvo siempre molesto por cómo Adelardo le birlaba el afecto de la hinchada. Si el equipo ganaba los méritos tenía que compartirlos con el extremeño. Y en las derrotas a Luis le tocaba pagar los vidrios rotos. Le fascinaba la noche, y en ella hallaba siempre consuelo para sus males, gracias a personajes como Pepín Cabrales y otros noctámbulos que trataban de recordarle que era el más grande. Que era el santo y seña del ‘Atleti’.

Se hizo adicto a esas adulaciones por parte de quienes eran tenido por maestros de la ocurrencia, del halago brillante, del latigazo de guasa... Frecuentó a toreros, cantaores, artistas venidos a menos o en estado de gracia. Y sobre todo a cierto bufones que le jaleaban sus salidas de tono, unas veces; mientras en otras ocasiones hacían enormes esfuerzos para levantarle el ánimo. Y, en medio de esa farándula, ejercía su casticismo de barrio.

En el verano de 1972, cuando aún era jugador en activo, llegó Luis al Curso nacional de Entrenadores, celebrado en Madrid, bajo la dirección de Pepe Villalonga, presionado por sí mismo. Pues quería ser el número uno de una promoción de entrenadores en la que se habían dado cita nombres famosos del fútbol español: Gento, Amancio, Fernando Yosu, Luis Costa... Se le notaba que se había aprendido de pe a pa todos los apuntes editados por la Escuela de Entrenadores Castellana. Aunque durante las prácticas acusaba inexperiencia en el mando. Se llevó un berrinche cuando se vio superado por Costa. Un tipo entrañable.

Al cabo de unos años, un equipo entrenado por mí se enfrentó al Atlético de Madrid en la Copa del Rey. Y Luis, que ya era entrenador del conjunto colchonero, me citó en El Caballo Blanco portuense para hablar de fútbol. Y allí acudí con Pepe Jiménez ‘Bigote’, que solía compartir momentos con él en Casa Lucio. Bigote y Aragonés tenían una amistad reñida. Y hacían malabares para conllevarse. El primero era del ‘Atleti’ fetén. Y en cuanto se le calentó la boca le recordó a Luis que su malhumor se debía a que no había jugado en el Madrid. Y a éste se le encendió el rostro y dio muestras de estar dispuesto a retorcerle el cuello a Bigote. Pero, conociendo al personaje, tragó quina. Por lo que me dijeron ambos, esa escena se repetía muy a menudo en el Madrid de los Austrias.

Luis Hablaba de fútbol por los codos con quien sabía que chanelaba de la cosa y miraba con indiferencia a los advenedizos. Y así me lo volvió a demostrar cuando nos encontramos en Ceuta, durante un torneo veraniego. Ahora, quien tanto respeto me merece, ha sido tachado de jaque (hombre arrogante y bravucón) por Alfredo Relaño. Y vejado por José Ramón de la Morena. Y apenas ha sabido defenderse. ¡Qué pena!...

Nota: Relaño y De la Morena, actualmente, babosean como caracoles alrededor de Aragonés. Y uno siente vergüenza ajena.
 

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