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OPINIÓN - MARTES, 8 DE JULIO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

El presidente conecta con la gente
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

De él no se puede decir que tenga un discurso bien construido y que lo sepa trasladar a la perfección. Discurso de frases cortas capaces de incendiar el ambiente. Es más, le ha cogido gusto a expresarse por medio de la repetición: figura que repite, de intento, una o varias palabras al principio de la frase.

Un recurso literario muy socorrido, pero que empleado machaconamente evidencia que el hablante está cayendo, si no ha caído ya, en la rutina: esa mala costumbre de actuar de una determinada manera sin necesidad de reflexionar o decidir. Aunque el presidente de la Ciudad dirá que maldita la falta que le hace a él renovar su estilo siendo como es la persona que mejor ha sabido conectar con la gente de su pueblo.

Llegar a una plena comunicación y armonía con los ciudadanos es, sin duda, el mayor anhelo de cualquier político. De ahí que todos los políticos deseen verse premiados con un titular como el siguiente: ‘Es un político que logra conectar con las masas’. Un logro que muy pocos consiguen. Y Juan Vivas está entre los elegidos.

Lo de conectar con la gente es conversación que mantuve yo un día con mi siempre recordado José Luis Chaves, pues no sólo de fútbol hablábamos. Y él, socarrón y muy suyo, tenía más que asumido que la gente no se le entregaba por más que supiera discursear y hacerse notar con su palabra y su pluma en los medios. En suma: José Luis se dio cuenta muy pronto de que no conseguía conectar con sus paisanos. Y, como era inteligente, echaba por delante a Antonio Vázquez mientras él se dedicaba a reflexionar entre bastidores y a cabildear para mantener sus ideas y sobre todo para afianzar su poder en el Ayuntamiento.

Sí, no se me queden pasmados: hubo un tiempo en el cual Vázquez paseaba la calle como un primer espada de la política local y hasta encandilaba a muchos ciudadanos. Tenía Antonio, entonces, la verdad sea dicha, buen aire como cautivador de votantes y para figurar como persona que representaba muy bien el ser ‘caballa’.

Ese saber comunicarse con la gente, ese poder de atracción que ejerce quien suele acaparar la atención y el afecto de los demás, sin que aparentemente medien razones poderosas para que el fenómeno se produzca, está fuera del alcance del secretario general de Comisiones Obreras. Por más que él siga obstinado en destacar como político influyente, en una tierra cuyos habitantes lo consideran más bien un tipo extravagante y ridículo.

También de él, es decir, del secretario general de CCOO, me decía, en 2002, un miembro de una familia de poderosos empresarios ceutíes, que estaba harto de pedirle en nombre de los suyos que dejara de querer ser lo que nunca iba a ser. Y que le recordaba con crudeza que sólo valía para lo que valía. Para ser un peón importante al servicio de ellos.

Pero el sindicalista, incapaz de conformarse con disfrutar de una situación económica espléndida, está tratando de ganarse la confianza de los ceutíes propagando que los miembros del Gobierno son unos desalmados en todos los aspectos y que la corrupción se palpa en la gestión. Y el presidente, tan conectado a su pueblo, respondió como un ofendido exquisito. Y su respuesta no ha calado por haber sido hecha con un sentido aparentemente contradictorio y endeble. Cuando le tocaba ya, por reiteración en los insultos, poner los... atributos gubernamentales por delante.
 

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