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OPINIÓN - VIERNES, 11 DE JULIO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Yolanda Bel
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Cuando regresé a este periódico, hace ya más de tres años, me encontré con un periodista que lucía buena planta y mejor carácter, además de juventud a raudales, y a quien le agradaba tirarme de la lengua. Se daba pote de ligón. Pero lo hacía de manera que ni siquiera podía ser tachado de pretencioso. Porque destilaba un grado de ingenuidad que le ayudaba, sin saberlo, a caer muy bien.

Aquel periodista, cuyo nombre voy a omitir, estaba siempre deseando que Yolanda Bel anunciara una comparecencia pública, para asistir y recrearse en la suerte de mirarla. Y cuando se impacientaba, porque ella no se prodigara en dar conferencias de prensa, allá que trataba por todos los medios de convencerla para que se dejara entrevistar.

En aquel entonces, tres años atrás, más o menos, YB era consejera de Bienestar Social e iba acompañada siempre de Mohamed Amadi, Tafi. El cual supo ganarse muy pronto la confianza de una mujer que sigue pisando firme en el seno de un partido donde se la observa con cierta admiración no exenta de envidia. Nada original en tales casos.

Ni que decir tiene que al periodista, tan colado por la señora consejera, se le atragantó Tafi. Por el mero hecho de ver a éste disfrutando de la compañía de una mujer con la que él ansiaba compartir todas las horas posibles. Hasta que un día, con la copa de rigor por delante, le hice ver lo que hasta ese momento él no lograba entender: que el viceconsejero de Bienestar Social era, única y exclusivamente, la mano derecha de la consejera.

Mas el espíritu de aquel periodista, caído de boca por la consejera, con lo que ello significaba de afecto, ha permanecido latiendo en esta redacción. Un hecho incuestionable, que me es posible comprobar, cada dos por tres, cuando, a propósito, trato de sondear la opinión de los estupendos profesionales que componen la plantilla de ‘El Pueblo de Ceuta’. Y, por tanto, no tengo el menor empacho en resumir esa corriente de simpatía hacia ella con una frase hecha: “Algo tendrá el agua cuando la bendicen”.

Y es así, créanme, a pesar de que la consejera de Medio Ambiente está expuesta, como la flor del vilano, a todos los vientos. Por el desempeño de esa portavocía que es capaz de poner en evidencia al político más encopetado. Ya que es tarea complicada donde las haya tener que hacer de hermeneuta. Es decir, estar diariamente tratando de interpretar las decisiones que toma el Gobierno.

Dar la cara ante los periodistas, todos los días y fiestas de guardar, para convencer a la opinión pública de que las decisiones tomadas por el Gobierno son las mejores o las menos malas y que se ajustan además a derecho. Y todo lo que eso acarrea de contratiempos y sinsabores a la persona que asume esa misión de enorme riesgo, no deja de suponer un desgaste físico y mental de mucho cuidado.

YB se ha visto obligada a explicar, en los últimos tiempos, los cambios de opinión del Gobierno en lo tocante a la Manzana del Revellín; tuvo que responder a las tempestuosas declaraciones de García Arreciado, casi diariamente; trató de pararle los pies al sindicalista iluminado; hubo de tragarse el marrón de evitar la huelga en Semana Santa de los trabajadores de Urbaser. Y por si fuera poco, debe cuidarse de las tarascadas del presidente de su partido. A ver si no va a tener derecho a equivocarse en ocasiones.
 

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