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OPINIÓN - SÁBADO, 12 DE JULIO DE 2008

 
OPINIÓN / EDITORIAL

El erre que erre de Ceuta y Melilla

La visita de “amistad” ha vuelto a servir para que el aparato de Gobierno de Marruecos recuerde en la mismísima cara del presidente de nuestro país el ‘especial interés’ de los vecinos por Ceuta y Melilla, aunque eso sí, “no serán un obstáculo para nuestras relaciones”. Eso lo ha defendido El Fassi [primer ministro marroquí] ante el cariacontecido rostro de Zapatero. El mandatario del país alauí fue más conciso ante los micrófonos de los periodistas marroquíes. El Fassi lanzó un mensaje para el consumo interno, hizo unas declaraciones a las televisiones locales en las que aseguró que las dos ciudades autónomas son “un derecho de Marruecos” y que España no debe hacer nada “que eleve la tensión”. Eso para los paisanos, aunque para España, el monarca alauí habría manifestado su “interés especial” por el desarrollo del español en Marruecos, pidiendo que se extiendan los centros para enseñanza del idioma.

Mientras tanto la evidencia es que ambos países han de establecer relaciones serias y de confianza por muchas razones, fundamentalmente económicas. Medio millón de marroquíes trabajan en España legalmente, el comercio entre ambos países crece a un ritmo del 20% anual y nada menos que 600 empresas españolas están establecidas en Marruecos generando riqueza en el vecino país. Y todo ello sin añadir las generosas ayudas de España y de la Unión Europea para proporcionarles un avance socioeconómico a base de inversiones relevantes.

Pero raro se hace el hecho de ver, con lo fastuosos que son cuando quieren, una simple bandera de España en el momento llegada de Zapatero a Oujda frente a la mas de una veintena de enseñas marroquíes. En otros momentos la rojigualda se hacía más evidente entre los fastos. Casi al mismo nivel que cuando se recibían oficialmente a los altos representantes del Gobierno francés.

Sin embargo lo interesante es entender que nos podremos llevar bien sí, pero la persistencia absurda de la reivindicación sin fundamento, consigue amargar permanentemente.
 

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