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OPINIÓN - SÁBADO, 19 DE JULIO DE 2008

 
OPINIÓN / COLABORACIÓN

Balanzas y pólvora

Por Nicolás Fernández Curucul


Tras años y años de exigencia de un imposible, al fin los nacionalistas han encontrado a un Presidente del Gobierno que, imbuido del espíritu del mayo del 68 francés (aquello del “sed realistas, pedid lo imposible”) les ha dado el gusto de publicar las denominadas balanzas fiscales. Si uno lee con detenimiento las explicaciones que los pobres técnicos del Instituto de Estudios Fiscales han tenido que dar sobre como han pergeñado las susodichas balanzas, llega rápidamente a las siguientes conclusiones: uno, no hay manera de calcularlas con un método único; dos: todas son parciales, y por tanto, inexactas; tres, requieren una interpretación tan alambicada que, en realidad, desvirtúan cualquier conclusión posible. Y todo este esfuerzo inútil para acabar descubriendo la pólvora: que los ingresos fiscales del Estado son mayores en las regiones con mayor renta per cápita, y que los gastos del Estado son proporcionalmente mayores en las regiones con menor renta per cápita. O sea, exactamente la función redistributiva que se atribuye a los impuestos desde su concepción originaria, es decir, que aporten más los que más tienen, para satisfacer las necesidades de los que menos tienen. Desde luego, que esto pueda ser puesto en cuestión por alguien que se autoproclama de izquierdas (el insigne Montilla, por ejemplo) es para nota.

Porque además, es imprescindible recordar, para no perder la perspectiva, que quienes pagan impuestos no son los territorios, sino las personas y las empresas, y quienes son destinatarios del gasto público estatal tampoco son los territorios, sino las personas y las empresas. El sistema pueda funcionar porque los que pagan impuestos aportan más de lo que reciben a cambio; si no, ¿cómo se podría prestar servicios a los que no los pagan porque sus ingresos no llegan al mínimo para hacerlo? ¿Se imaginan que los que pagan impuestos exigieran la publicación de su balanza fiscal personal con el Estado? Por otra parte, ¿dónde está la injusticia?: una persona que tenga una renta X y que resida en Barcelona pagará los mismos impuestos que otra que tenga la misma renta X y resida en Jaén. Lo que ocurre es que en algunos territorios hay muchas más personas que tienen rentas elevadas que en otros, y por eso la recaudación es mayor.

Y, en lo que nos afecta más directamente, están las reflexiones en relación con Ceuta. Algún ignorante se ha apresurado a afirmar que el saldo positivo de las balanzas refleja la “solidaridad de Zapatero con Ceuta”. No sabía yo que Zapatero pagaba de su bolsillo los gastos del Estado en Ceuta, y desde luego si es así me descubro ante su generosidad y su patrimonio. Pero me temo que va a ser que no. Ya he dicho al principio que extraer conclusiones de balanzas parciales e inexactas es tarea imposible, pero ya que alguien se atreve a decir tonterías, alguna puntualización habrá que hacer. Una, que en las balanzas elaboradas por el método carga-beneficio, se aprecia que Ceuta no es tanta carga para el Estado como algunos insisten en hacernos creer ¿Y por qué?, pues porque algunos de los gastos más elevados que el Estado hace en Ceuta cada año (defensa, seguridad de la frontera) en realidad no benefician exclusivamente a los ceutíes, sino al conjunto de los ciudadanos españoles. Y dos, que las balanzas elaboradas por el método del flujo monetario sí que reflejan un saldo positivo muy elevado para Ceuta, pero ello no tiene nada que ver con el “compromiso zapateril” que nos quieren vender, sino con el hecho de que, de las tres principales fuentes de ingresos impositivos del Estado, Renta, Sociedades e IVA, las dos primeras están bonificadas en un 50% en Ceuta, y la tercera no se aplica. Por tanto la explicación de esa diferencia está en nuestro Régimen Económico y Fiscal Especial, y no en un esfuerzo inversor extraordinario desgraciadamente inexistente. Son los ciudadanos españoles, no el Gobierno (ni el actual ni ningún otro), los que nos permiten pagar menos impuestos para superar los condicionantes que se derivan de nuestra situación singular y favorecer la decisión de residir en Ceuta. Y, que yo sepa, Zapatero nada tiene que ver con el REF, que tiene más de un siglo de antigüedad, aunque es verdad que se comprometió hace ya más de cuatro años a actualizarlo y aún lo estamos esperando. Si uno repasa el saldo resultante entre ingresos y gastos en Ceuta en los cuadros del citado método del flujo monetario, pueda apreciar que los primeros son algo menos que la mitad de los segundos; luego, sin las bonificaciones y exenciones, el resultado de la balanza sería cercano al equilibrio.

En definitiva, este descubrimiento de la pólvora que han supuesto las dichosas balanzas fiscales no va a servir mas que para que, convenientemente almacenada en barriles, y añadida la correspondiente mecha, los nacionalistas y asimilados la utilicen para volar uno de los pocos puentes que siguen manteniendo la unidad de la Nación: el de la solidaridad reconocida en la Constitución Española de 1978, heredera de la “fraternidad” de los revolucionarios franceses. Y que conste que espero y deseo que no sea así, y que el Gobierno no permita su utilización ni en el reparto de las inversiones y gastos del Estado, ni en la negociación del sistema de financiación autonómica que ahora empieza, y con el que no tienen absolutamente nada que ver. Pero ya se sabe que, desgraciadamente, las armas las carga el diablo.
 

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