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OPINIÓN - LUNES, 21 DE JULIO DE 2008

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Cumpleaños anónimos
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

Estoy disfrutando de los baños en el Parque del Mediterráneo con mi familia más uno. Ese uno es mi sobrino que pasa unos días en Ceuta y que se niega a abandonar la ciudad, regresando con su mamá, porque ha calado hondo en él.

Se comprende esta postura de un chico de trece años cuando ve que aquí tiene amplio campo de actuación para sus inquietudes infantiles, a un paso de la juventud, y encuentra terreno abonado para sus actividades de ocio y diversión.

Mientras disfrutábamos de los baños junto a otras familias amigas, me vienen a llamar que estoy invitado al cumpleaños de una persona conocida, minusválida sensorial, que se encuentra con que sus amigas, que no son minusválidas, no pueden acudir después de haberlo prometido.

Comprendo el dolor de la chica minusválida que no encuentra, excepto su novio, una cálida acogida a un evento que, para ella, significa un acto social de relevancia como es celebrar su cumpleaños.

Almudena, que es así como se llama la chica, cumple sus veintitantos veranos de una manera feliz, a su modo, en compañía de su novio y de cuantos nos hemos ofrecido a acompañarla en tan señalado acontecimiento de su vida, íntimo y a la vez entrañable.

Por sus escasos recursos, está en el paro después de haber permanecido un tiempo trabajando en una entidad dedicada a la atención de los minusválidos merced a los Planes de Empleo, sólo nos ha podido invitar a una monumental tarta de cumpleaños y ello ha significado un punto muy importante del deseo de ésta guapa chica de estar acompañada por sus amigas en la celebración, si n menoscabar el esfuerzo económico que ha realizado.

Esta situación de una persona, que por derecho entra de lleno en la igualdad de oportunidades, me ha hecho meditar acerca de las dificultades que encuentran estos ciudadanos y ciudadanas minusválidas en el desarrollo de parte de su vida, la más importante, con la que pervivir en la sociedad actual.

No todos los minusválidos sensoriales -llamados de otras maneras como mudos, sordomudos, sordos y sordo-ciegos- encuentran el apoyo de un padrino o madrina que les ayude a encauzar su vida dentro de las pautas marcadas por la sociedad contemporánea.

Muchos de ellos han padecido, y padecen, la incomprensible y nula política educacional destinada a personas con cierto grado de minusvalía, así como la ignorancia de familiares y amigos acerca de cómo encauzar su educación y su trato en la sociedad.

Esta ignorancia de los familiares, y la postura de ciertas personas científicas y médicas, ha posibilitado la existencia de organizaciones y entidades declaradas sin ánimo de lucro pero que son todo contrario y cuyos fines están bastante alejados de la propuesta inicial de su creación.

He podido observar, personal e intransferiblemente como acostumbra a titular uno de mis compañeros del diario su opinión, que muchas de las personas minusválidas sensoriales carecen de una sólida educación que les permitan vivir en completa independencia en todos los ámbitos sociales, teniendo un trato poco menos que seres dependientes de terceros cuando no debe ser así.

He estado muchísimos años luchando por el mejoramiento general de las condiciones de este sector de la ciudadanía española y he conseguido muchos beneficios, para ellos que no para mí, en todos los campos reivindicativos sobre el derecho a la igualdad y sobre el derecho al reconocimiento como personas válidas.

Hoy en día ya no me dedico a luchar a favor de los minusválidos porque dejé un amplio margen bien preparado para que mis sucesores siguieran trabajando en ello aunque los caminos emprendidos y los resultados están muy lejos del que era mi proyecto.

Me enorgullezco de ser sordo porque así demuestro al mundo que un sordo puede escribir, puede proyectar edificaciones, puede vivir libremente sin depender de nadie más que de sí mismo…

En fin, desde estas líneas de mi humilde artículo de opinión diario sólo me queda desear un cumpleaños feliz, no sólo a Almudena si no a todas aquellas personas, minusválidas o no, que lo celebren en la soledad de su ser uniéndome a la celebración como si fuera su más íntimo amigo. Aunque no me inviten.
 

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