El tendero está siempre en su
sitio. Y cada vez que paso por delante de su tienda de
comestibles, sita en mi barrio, procura dirigirse a mí con
tan buenos modos como deseos de pegar la hebra. Suelo
pararme con él, de tarde en tarde, y aprovechando siempre
algún momento en el cual no esté metido en faena.
El viernes pasado se presentó la ocasión de conversar con él
y me confirmó lo que ya sabía: es lector de “El Pueblo de
Ceuta” y colecciona mis columnas. Ante alguien así, aunque
sólo sea por egoísmo, uno no tiene más remedio que hacer un
alto en el camino y dejarse, si llega el caso, incluso
entrevistar.
El tendero, como tantas otras personas, confiesa que viene
votando al PP desde que Juan Vivas figura como cabeza
de cartel electoral, pero pronto saca a relucir su casta:
“Lo cual no quiere decir que sea de esos que andan en todo
momento pregonando que el presidente de la Ciudad es poco
menos que una bendición de Dios. Hasta ahí no llego; usted
me entiende, ¿verdad?...”.
Claro que le entiendo. Faltaría más. Lo que se escaparía a
mis entendederas es que me dijera que este pueblo no es
merecedor de tal presidente. Y cosas por el estilo.
Entonces, por más que usted me adulara, seguro que no pasaba
por delante de su establecimiento para no verme obligado a
mantener los minutos de cháchara que a veces compartimos.
-Pero yo, De la Torre, antes de que se me olvide, me
gustaría preguntarle si es verdad, como le vengo leyendo,
que las mujeres del PP están tan entregadas a la voluntad
del presidente de la Ciudad.
Sí; más o menos es como he venido diciendo días atrás.
Créame que no son infundios míos. De ningún modo. Pues ya me
guardaría yo de propalar tal cosa sin tener los
conocimientos justos al respecto.
-Pues si es así, y yo me fío mucho de usted, no me negará
que Vivas merece un homenaje cuanto antes para premiarle por
su manera de comprender a las mujeres. Porque si ya hay que
tener habilidad para conseguir ganarse la voluntad de una,
qué trazas no se dará el hombre para que todas les coman en
la mano.
Mire usted, Anselmo...
-Perdón, me llamo Ambrosio...
Mis disculpas, Ambrosio, mis disculpas... Que a veces a uno
también se le va a la olla. Le iba a decir que Vivas maneja
el naipe de los halagos, con maestría de jugador
profesional, por no decirle de tahúr, que queda muy poco
vistoso y comprometido. Y a las mujeres, como bien sabe
usted, los halagos les hacen crecer como el abono a las
plantas. Y las predisponen a favor de la causa de quien
maneja los ditirambos con empaque y soltura.
-Bien, será como dice; pero de los consejeros nunca nos ha
contado usted cómo se vienen relacionando con Vivas.
Cierto... Y es así porque los hombres, viendo al jefe
domeñar mujeres, saben ya a qué atenerse. Amén de que
Márquez, como buen militar que es, obedece a rajatabla
las órdenes de Vivas. Doncel es aplicado. Martínez
funciona cuando se olvida de sus querencias. José Antonio
Rodríguez no está en su mejor momento. Díez Nieto
sabe lo que sabe y además es hombre de muchas lecturas.
Wahnon hace malabares para no dormirse más, etcétera. Y
así está todo atado y bien atado... Ambrosio.
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