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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 23 DE JULIO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Antonia María Palomo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Cuando leí que Manuel Chaves, presidente de la Junta de Andalucía, vendría a su tierra el día de la Ciudad como invitado especial, me acordé inmediatamente de Antonia María Palomo. Y lo atribuí a que una de las últimas veces que la vi en público fue en el restaurante El Varadero, recibiendo cobertura electoral del hombre que le tiene comida la moral a Javier Arenas. Para que vean ustedes que no siempre el guapo oficial le gana al feo que, para más escarnio, ni siquiera fue nacido en la Andalucía que lleva presidiendo desde que Mambrú se fue a la guerra.

Digo que fue ese día una de las últimas veces que pude hablar con la entonces secretaria general de los socialistas, y candidata a la presidencia de la Ciudad, porque después estuve presente en las entrevistas televisadas a los candidatos -donde se fraguó la derrota estrepitosa de la señora Palomo- y ya no coincidí con ella hasta que pasó por Ceuta, de paso hacia Marruecos, Gaspar Zarrías; consejero de la presidencia de la Junta de Andalucía y que mantiene siempre la bizarría de los bajitos en estado de permanente revista.

Nos hallamos en el Parador Hotel La Muralla. Y allá que nos dimos los besos de rigor teniendo como testigo a Jenaro García-Arreciado, que la miraba con esa deliciosa satisfacción que suelen exhibir los cazadores ante la pieza cobrada. Siento no haberme percatado, entonces, si en los ojos de ella se reflejaba ya el motorista saliendo de la Moncloa con la destitución de un delegado que estaba convencido de que tendría larga vida en Ceuta. De cualquier manera, nadie podrá negar que se consumó la venganza con la frialdad que las mujeres suelen poner en el castigo.

Lo que sí recuerdo, aunque deba mirar hacia atrás sin miedo a quedarme como la mujer de Lot, es el día en el cual, tras su dolorosa derrota electoral, Antonia María Palomo salió al balcón para decirles a los suyos que estaba hasta... el moño de aguantarlos. Y que adiós. Que Puerta, Camino y Mondeño. Que se iba a su casa a pegarse un arrimón a su marido, a quien veía de tarde en tarde por culpa de una obsesión política: quería demostrar que Juan Vivas, también perteneciente al club de los bajitos bizarros, cual Zarrías, no era invencible. Pero era, sin duda, una tarea titánica y, por tanto, sucumbió en el empeño. Aunque con honra y ovarios...

La fecha, de la despedida, la tengo grabada a fuego en la memoria: 30 de mayo de 2007. Y, desde entonces, he estado atento a ver si Antonia María era de esas, de esos hay un montón, que a los pocos días de renunciar al cargo y a todas las prebendas que van incluidas en él, se hacía la vista por medio de apariciones en los medios para ir engatusando nuevamente al personal. Pero de ella, de mi dilecta amiga, nunca más se supo.

Eso sí, sería absurdo negar que se ha venido hablando de Palomo cual urdidora de cuantos cambios se han producido en su partido. Se le ha achacado participación en que García Arreciado hubiera tenido que darse el piro contra su voluntad. Se ha aireado que es mujer a quien ZP le profesa estima suficiente como para oírla. Y... sería interminable poder enumerar aquí los muchos rumores que han circulado acerca de cómo se mueve en la sombra. Cuando la única realidad es que se ha convertido en la mujer invisible. Espero que se deje ver cuando Manuel Chaves arribe a Ceuta.
 

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