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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 23 DE JULIO DE 2008

 

OPINIÓN / PERSONAL Y TRANSFERIBLE

¡Han llegado las vacaciones¡
 


Domingo Ramos
domingoramos@elpueblodeceuta.com

 

Se llega a la época estival y comienzan las vacaciones. Son demasiados los españolitos de a pié que están deseando la venida de la calurosa estación para disfrutar de su descanso anual, si no que se lo pregunten al gremio de la Enseñanza o de la Medicina que, a nuestro entender, son los más necesitados del disfrute de unas semanas de relax, olvidando las preocupaciones que les dan sus alumnos y tutores y sus enfermos y acompañantes, respectivamente.

Nosotros, que ya disfrutamos todo el año de largas vacaciones dada nuestra situación de pensionistas, lo tenemos para la lectura, las comedidas actividades físicas, la música, la radio, la tele, la práctica del bricolage y, en alguna que otra ocasión, la escritura intentando refugiarnos en nuestra casa que es donde mejor se disfrutan. Pero nunca los proyectos se convierten en realidad. Llegan las alegrías de la casa (dos: una cuando vienen y otra cuando se van) los nietos, a quienes hay que atender y cuidar que para eso están los abuelos. Y llega, también, la labor diaria, o sea, que hay que ayudarles en sus tareas porque algún que otro suspenso han traído en la mochila y aunque no estén libres de polvo y paja, disponen de unas ganas locas de divertirse, ya sea en el Aquapark, en el Selwo, en la playa y, los de más edad, en cualquier espectáculo de moda (Manolo García, Seguridad Social, Marta Sánchez, etc.). Y aquí están los abuelos, ejerciendo de chóferes sin horario fijo, pues tienen que llevar los niños a las nueve y recogerlos a las dos de la madrugada, todo eso después de un agotador día de playa, de atender las demandas “chucheras” (que si un helado, un polo, unas almendras tostadas que venden en la misma playa, un refresco porque “el agua no les calma la sed”…) todo menos dedicar una o dos horas al repaso de las asignaturas pendientes para su recuperación en septiembre.

Ya, de recogida, hay que pasar por un hipermercado y allí vuelven a repetirse las mismas demandas enumeradas, pero más “cargaditas de bombo”, pues ahora se les antojan unos pastelitos, tarta de helado, un CD de Alejandro Sanz, un pequeño MP3 (grabador digital con radio FM y 20 presintonías) o un reproductor C.D. portátil, o sea, van subiendo de tono y de precio las demandas y llega el momento en que el abuelo no tiene mas remedio que hacerse el loco desatendiendo, como hacen sus padres, estos requerimientos de compras, emprendiendo una larga huida hacia la caja para liberarse de tantas y caprichosas peticiones.

Pero no queda ahí la cosa, a la salida del hipermercado, se encuentran toda clase de establecimientos de ventas diversas que, la mayoría de ellas, no se expiden en el interior, entre los que está un local destinado a animales domésticos, cuestión que aprovecha el nieto para hacer la última petición: se ha fijado en un precioso perro lobo todavía cachorro y quiere que su abuelo se lo compre, no atendiendo las razonadas explicaciones del progenitor referidas a los cuidados que hay que prestarle, a la atención que necesita, de lo incómodo que resulta para el animal y para toda la familia su estancia en un piso, etc. o sea, que no da su brazo a torcer y se opone a la adquisición del animal canino. Claro que el nieto, que no levanta una cuarta del suelo, no se conforma (han sido demasiadas negativas a sus peticiones) y como no tiene argumentos ni razones con que convencer al abuelo le amenaza diciéndole: ¡si no me compras el perro le digo a mamá que comes helados! (manjar que tiene totalmente prohibido por su afección diabética).

Padres y, principalmente, abuelos: ¡prepárense para las vacaciones!
 

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