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OPINIÓN - JUEVES, 24 DE JULIO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Los problemas del consejero de Gobernación
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Por utilizar taxi casi a diario las cuentas nunca me cuadran a final de mes. Trato de corregirme, pero en cuanto me abstengo un día al siguiente me premio por lo bien que lo he hecho y vuelvo a las andadas.

El martes, cuando el mediodía empezaba a enseñorearse del ambiente y el sol caía vertical, circulaba yo a la vera de un taxista que me preguntó: “¿Sabe usted, De la Torre, cómo han apodado al presidente de la Ciudad?”.

-Pues no, mire usted, le respondí inmediatamente.

-Le llaman el viagra...

-¿Cómo ha dicho usted...?

-Que le han apodado el viagra, porque siempre tiene algo levantado...

Me imagino, dado que Juan Vivas se entera de todo –pues tiene una extraordinaria red de informadores-, que al saberlo se habrá desternillado de la risa a la par que habrá suspirado tranquilo y satisfecho.

No olvidemos que la prueba del nueve de la popularidad alcanzada por un político consiste en comprobar si el número de chistes que sobre él se hagan son suficientes; y, desde luego, un político que carezca de alias o que no se haya hecho merecedor de la atención de unas letrillas carnavalescas, créanme que es un don nadie.

Lo que no esperaba el taxista, ni yo tampoco, es que Vivas estuviera a escasos metros de nosotros en la puerta de la Policía Local, que da a la avenida de Barcelona, conversando en actitud amartelada con el superintendente, Ángel Gómez, y actuando como testigo José Antonio Rodríguez, consejero de Gobernación.

El taxista, como buen refranero, no se pudo contener y dijo: “Vaya, hablando de Roma...”. Mientras yo veía ya en la Avenida de España, junto a la peluquería ‘Jolman’, a Manolo Coronado reconcomiéndose por dentro.

Fueron unos segundos en los cuales disfruté, desde una atalaya magnífica donde podía ver sin ser visto, de una escena que le habría servido a Goya para inmortalizar un tapiz de acerada crítica acerca de los desencuentros que se producen en el seno interno de la Policía Local.

En este caso, José Antonio Rodríguez comienza a ser cuestionado por quienes le dieron un margen de confianza. Y todo porque, tras cumplirse un año más o menos de su nombramiento como consejero de la cosa, a regañadientes, la verdad sea ducha, no ha podido cumplir con las muchas promesas de mejoras que hizo.

Y, claro, el presidente se ha visto precisado a recorrer las dependencias del cuartel para que el personal sepa que él está siempre de parte de Gómez y de Rodríguez. Y que lo prometido, en su momento, para reforzar la credibilidad del consejero, en el día de su debú, es deuda. Pero que habrá que esperar a mejores tiempos. Que los dineros escasean y que tal y tal.

Pero el presidente, quien debe sentirse satisfecho porque le hayan endilgado el alias del viagra, por la cantidad de suelo que levanta cada día en la ciudad, es consciente de que el consejero de Gobernación está perdiendo el crédito a paso de legionario. Y Rodríguez, que no tiene un pelo de tonto, ha asumido que será con él con quien jueguen los sindicatos al abejorro. A partir de ahora. Lo cual es un suplicio que trata de evitar a toda costa. Necesita ayuda.
 

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