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OPINIÓN - JUEVES, 31 DE JULIO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Hasta septiembre
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Agosto se hará realidad mañana (escribo un día antes), porque así nos lo indica la medida del tiempo: o sea, el calendario. Lo cual nos permite decir que, finalizadas las fiestas agosteñas, las dedicadas a la Virgen de África, una especie de calma chicha se adueñará de la ciudad.

A partir de entonces reinará cierta quietud y se notará un descenso en todas las actividades. Es una quietud tan extraña como falsa; pues septiembre tardará nada y menos en hacer su aparición y con su presencia volverán a producirse las convulsiones correspondientes.

Agosto, se ha dicho hasta la saciedad, es un espacio de tiempo donde los periodistas se las ven y se las desean para hacer el periódico. Debido a que los políticos se toman un respiro y generan menos noticias que nunca. Es también cuando levante y niebla le confieren a la ciudad un aire marinero que me chifla.

Durante los días en que el verano alcanza su máxima expresión, Ceuta invita a pasearla desde el Hacho a Benzú. Hubo un tiempo en el cual me encantaba levantarme de buena mañana para recorrer gran parte de esta tierra y convertir lo visto en una crónica andariega. Uno tenía menos años y unos deseos enormes de meterle mano a todos los géneros periodísticos.

Agosto es asimismo, por encima de cualquier otra cuestión, un mes donde solemos casi todos darnos una tregua en cuanto concierne a nuestras relaciones con los demás. Es, como acostumbra a decir alguien a quien aprecio, tiempo para que cesen las hostilidades y aflore la cortesía y buena fe para distinguir las voces de los ecos. En suma: es recomendable no crisparse ni crispar. Y es más que saludable hacer un alto en el camino para ver si es posible que -cursilería al canto- se apague la luz propia a fin de que brille la ajena.

Muchas personas aprovechan el octavo mes del año para cambiar sus costumbres; es decir, para darle un regate a lo habitual que amenaza con convertirse en rutina. Para pensar en otras cosas: leer los libros que no han podido en meses anteriores, o bien viajar hasta el fin del mundo con ánimos de respirar otros aires.

En mi caso, lo primero que haré es dejar de escribir en este espacio que me tiene cedido el editor. Frecuentaré la playa de El Chorrillo, durante las mañanas, y luego dedicaré un tiempo a reflexionar y a poner en orden mis dudas; que son muchas más que mis certezas.

Por todo ello, la llegada de agosto me agrada sobremanera. Y créanme que no es para entregarme a una ociosidad placentera, sino para seguir trabajando –qué manía a mi edad- a fin de conocer más cosas, que no para saber de todas ellas. Única manera de poder argumentar lo que digo y, sobre todo, para mejorar la forma de decirlo. Que es de vital importancia para no faltarle el respeto a los lectores. Y, desde luego, para que el editor no tenga que pasar vergüenza ajena.

En fin, mañana es agosto. Insisto: yo dejo de escribir en este espacio. Y ya habrá tiempo en septiembre, si nada lo impide, para continuar la tarea. Que, según dicen, a muchas personas les hace tilín y a otras les parece que su autor peca de prepotente y pedante. Pero todas acuden cada día a empaparse de su contenido. Y, quizá, en esa división de opiniones se halle el secreto de que este espacio siga vivo y coleando. Buenos baños tengan ustedes.
 

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