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                     En un atrevido movimiento y 
					aprovechando las disensiones internas del Imperio entre la 
					capital, Rávena y el “comes Africae” Bonifacio, en un 
					curioso precedente a la inversa del 771 el pueblo vándalo, 
					unas 80.000 personas entre hombres, mujeres y niños de los 
					que solo ¼ parte serían efectivos combatientes, se embarca 
					en Traducta (Algeciras) en barcos que, desde Septem (Ceuta), 
					les facilita el “comes” Bonifacio cruzando audazmente en el 
					429 las aguas del Estrecho. ¿Qué había sido durante todo 
					este tiempo de Septem Fratres (Ceuta), la otra ciudad en la 
					orilla sur del Estrecho junto a la capital Tingis (Tánger), 
					que había sido destruida?. 
					 
					Según el “Periplo Massariota” la vieja Ceuta sería una de 
					las ciudades más antiguas de su entorno, conocida con los 
					nombres de Exilias, Heptaldelphos y Septem Fratres (el 
					nombre arabizado de Sebta es relativamente reciente), con 
					una peculiaridad que ha sido (menos durante 160 años bajo 
					control marroquí, almorávide y almohade) una constante en su 
					dilatada historia: la constante vinculación a la Península, 
					bien como avanzadilla de ésta, bien como base de desembarco 
					para refuerzos móviles. Homero pone el monte Hacho en boca 
					de Circe (Odisea); refugio de las naves cartaginesas de 
					Amílcar Barca en la II Guerra Púnica (218-210 a.EC); ciudad 
					industriosa (salazones de pescado) bajo el romanizado Juba 
					II, a caballo de las dos Eras; próspero asentamiento 
					mencionado en el Itinerario de Antonino (siglo III EC); el 
					emperador Otón elevó a Septem a la categoría de “Civitas 
					romanorum”, pasando a depender del Convento Jurídico de 
					Cádiz. Su Museo Arqueológico atesora anclas, lucernas, 
					jarras para “garum”, tazas de vidrio, una lápida alusiva al 
					senado municipal, un ostentoso sarcófago de mármol del siglo 
					III, tallado en Roma y que representa a las Cuatro 
					Estaciones, así como testimonios alusivos al culto de Isis 
					y, pudiera ser, de Mitra. También se han encontrado en la 
					ciudad restos de una basílica paleocristiana del siglo IV. 
					 
					Ya en África y después de obviar por razones militares la 
					travesía del Rif (orografía tortuosa y hostilidad de sus 
					habitantes), los vándalos entran en la Mauritania Cesariana 
					(Argelia) posiblemente por el corredor de Taza, 
					atravesándola razziando para asentarse en la antigua Cartago 
					(actual Túnez), donde levantan un reino que perdura un siglo 
					(429-534) antes de ser debelado por el brazo armado del 
					Imperio Romano de Oriente: los ejércitos bizantinos al mando 
					de Belisario. Autores como Noé Villaverde esquematizan en 
					tres fases el poblamiento vándalo. 426-455: hostigamiento, 
					cruce y conquista. La Mauritania Tingitana se despuebla. 
					Septem, probable base naval; 455-484: renace Lixus, Sala 
					(Rabat) reactiva su economía, focos de conflictividad en 
					Septem; 496-523: ligero auge demográfico y repunte urbano de 
					Tingis, Septem y Sala bajo el reinado de Trasamundo. Para el 
					siglo IV se da por extinguido en el Maghreb el elefante 
					africano, mientras en el sur de las posesiones vándalas 
					bandas nómadas introducen, desde Oriente, el camello de una 
					joroba atacando a las poblaciones y tribus bereberes 
					sedentarias. Aumenta, en general, la inseguridad y el 
					desorden. Por esas fechas hacía ya siglos que, junto a los 
					bereberes autóctonos y romanizados otro pueblo, el judío, 
					llevaba siglos asentado. 
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