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OPINIÓN - MARTES, 12 DE AGOSTO DE 2008

 

OPINIÓN / SNIPER

12. Bizancio desembarca en el Maghreb
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

El Reino Vándalo logra victorias importantes y humilla a Roma mientras, desde el oriente del Mediterráneo, Bizancio (Imperio Romano de Oriente) sigue con atención los acontecimientos. Hay altibajos entre la población católica (romano-bereber) de la región y los invasores arrianos, sucediéndose enfrentamientos con los “mauris” (bereberes no romanizados) mientras la rebelión de los “circumcelliones” que estalla en Numidia (Argelia) a finales del siglo IV, formada por propietarios arruinados, esclavos huidos e insurgentes políticos, casi todos bereberes y de religión donatista en la que se mezcla una fanática reivindicación religioso-nacionalista, se suma tras ser derrotada a los contingentes vándalos. Aunque el penúltimo rey, Hilderico, se acerca a Bizancio es depuesto por el arriano Gelimer (530-533), quien se declara rey.

El sitio de Constantinopla por Atila (442) y la guerra con los persas inmovilizan por un tiempo a Bizancio. Alcanzada la paz en las fronteras orientales y reivindicando un pacto con el depuesto Hilderico, el emperador Justiniano pasa a la acción: un fuerte ejército bizantino de diecisiete mil efectivos bajo el mando del general Belisario, zarpa en junio del 533 del Bósforo, desembarcando en África. Gelimer divide a sus tropas y es finalmente derrotado en la batalla de Tricamarum (Oued Chaffroun, 15 de diciembre) huyendo a refugiarse entre los bereberes, pactando su rendición, mientras restos de sus tropas son acogidas en Ceuta y la Mauritania Tingitana, engrosan las fuerzas visigodas o se alistan con los bizantinos. El Reino Vándalo de África (429-533) puede ser considerado como una “autocracia militar”, con tres características: no aplicaron la “hospitalitas” vigente, confiscando propiedades; fueron los únicos bárbaros arrianos en perseguir, sistemáticamente, a los romanizados católicos; su espíritu de rapiña y destrucción fue tal, que la palabra “vandalismo” ha pasado al vocabulario como sinónimo de devastación.

En el Maghreb y tras el proceso de desintegración política posterior pese a la emergencia de Bizancio, surgen (al igual que pasó tras las guerras púnicas) varios reinos bereberes. Ya antes de la caída vándala, autores como Courtois defienden la existencia de siete pequeños principados bereberes en sus fronteras. En cuanto al Imperio Bizantino y aunque Justiniano (527-565) pretende recuperar la antigua gloria de la Roma Imperial restableciendo la Mauritania Tingitana como una de las siete provincias de África, se ve obligado después de varios reveses ante insurgentes mauro-bereberes a confinarse atrincherado tras las murallas de las principales ciudades de la costa (Tingis y Lixus), estableciendo fuertes guarniciones alrededor del 534 en Rusadir (Melilla) y Septem Fratres (Ceuta), logrando así controlar la “llave” del Estrecho con la toma de Ceuta y el control del sur de la Península (la Bética), protegiendo sus dominios de la expansión del Reino visigodo. Siempre la misma dinámica: “Hay una ley histórica que hemos venido observando a través de los siglos en el Magreb”, advirtió Cánovas del Castillo: “La cual deja claro que el pueblo conquistador que llega a dominar en una de las dos orillas del Estrecho, antes de mucho tiempo dominará en la línea opuesta”.
 

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