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OPINIÓN - LUNES, 18 DE AGOSTO DE 2008

 

OPINIÓN / SNIPER

18. La invasión del Reino Visigodo de España (I)
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

En más de una ocasión me parece necesario abordar, conjuntamente, la historia “compartida” de Marruecos y de España. Esta es una de ellas y por varios motivos, pues como decía Sánchez Albornoz “… nuestro ayer y nuestro hoy serían inconcebibles sin la presencia del Islam en nuestro ayer”. Como advierte García de Cortazar, “La invasión de la Península por los musulmanes aparece íntimamente relacionada con la extensión de su poder por el norte de África (…) Se inserta así la conquista de España como una fase dentro de la expansión árabe”. Más aun. Para el reputado historiador, “La guerra santa, como punta de lanza del avance y aglutinante de la diversidad tribal, permitía a los primeros califas desahogar la agresividad doméstica de sus pueblos y asegurarles el sustento con el botín de la conquista”. En su clásica obra sobre la “Historia de la España islámica”, W.M. Watt enlaza el concepto de “yihad” (al menos uno de ellos, genéricamente significa “esfuerzo”) con los excedentes demográficos: “Así pues, a medida que aumentaba el número de tribus próximas a Medina que se convertían al Islam, era necesario dirigir estas expediciones más y más lejos”. Los profesores J.L. Martín y U. Abelló inciden: “las victorias de Musa fueron seguidas de la islamización de las tribus bereberes y su incorporación al ejército. La conquista de España fe la salida a esta belicosidad de los nómadas”, idea que remata el historiador Chejne: “La conquistad de España por los árabes está íntimamente ligada a la del norte de África (…)”. Las bases pues de la teocracia profética puestas en pie por aquél genio político llamado Mahoma se adaptaban, como un guante, a las necesidades de los habitantes de la Península Arábiga, que articularon a través de una ideología religiosa sus expectativas socioeconómicas. Abdallah Laroui explica la situación a través de una “pulsión religiosa”, mientras que para Américo Castro “Los musulmanes se caracterizaban por estar animados y sostenidos por una creencia religiosa, un fenómeno enteramente nuevo en Occidente”.

El asalto a la Península no fue tan casual como parece: ya el rey visigodo Wamba había rechazado un intento de invasión por las costas sudorientales en el 676: “Hizo frente a los sarracenos en las playas y los arrojó de nuevo al mar”, escribe Angus Macnab. En el 709 Tarik debela Tingis (Tánger), donde según Ibn Khaldún “se instaló con doce mil bereberes y veintisiete árabes encargados de enseñar a aquellos neófitos el Corán y la Sharia” (Ley).

Poco después Tariq pone sitio a Ceuta, que resiste tras recibir refuerzos (M. Artola), aunque la plaza es tomada mediante un pacto al año siguiente (710), año en el que se desarrolla otra importante acción: en el mes de julio y en pleno Ramadán (otra constante táctica en el Islam), un oficial bereber llamado Tarif explora con un destacamento de unos quinientos hombres una pequeña isla frente a Tánger, a la que dará su nombre: Tarifa (Rachel Arié). Más tarde y transportado por la flotilla de Ceuta, a finales de abril del 711 Tarik desembarca con un cuerpo de ejército bereber de siete mil hombres (“y poquísimos árabes”, según el “Ajbar Machmúa”) a orillas del monte Calpe, que desde entonces y hasta ahora cambiará de nombre: “Yebel Tarik”, Montaña de Tarik, Gibraltar…
 

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