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OPINIÓN - DOMINGO, 24 DE AGOSTO DE 2008

 

OPINIÓN / SNIPER

24. El Reino Barwata y el emirato del Nekor
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

Primero, distingamos para el caso que nos ocupa dos zonas: Marruecos por un lado y el resto del Maghreb por otro. Hagamos después una observación: la del reino de Idris I en Fez (788-791) sin fronteras precisas y coetáneo del resto que, por sus particularidades y no estar vinculado en absoluto al jariyismo (aunque sí a la otra corriente no ortodoxa del Islam, el shiísmo), presentaremos con cierto detalle más adelante.

En el actual Marruecos destacaron, además de los citados ayer, un emirato ortodoxo, el del Nekor (pegado a Alhucemas) y el reino “hereje” de los Barwata. El emirato del Nekor (809-917) fue fundado por un noble árabe, Salih Ben Mansur, que había luchado contra los jariyitas siendo reconocido por los Omeyas de Córdoba, quienes le dispensaron su protección englobando en su momento parte de la región del norte bajo su zona de influencia, además de las aguas del Estrecho. Este detalle cobra importancia en esta historia compartida en ambas riberas del Mediterráneo occidental, pues salvo bajo las dinastías bereberes de Almorávides y Almohades (unos ciento sesenta años), buena parte de el norte marroquí estuvo bajo el control o la administración (Ceuta como “llave” y “defensa avanzada” obviamente) de un poder político peninsular (cristiano o musulmán), como acertadamente demuestra el militar e historiador Salvador Fontenla. En cuanto al Reino Barwata, rama de las tribus Masmuda y situado en la planicie atlántica al sur del Sebú, fue fundado por Salih Ben Tarif hacia el 744, quien abordó en el plano religioso un verdadero sincretismo religioso y popular en el que junto al Islam pervivían elementos doctrinales judeocristianos, declarándose profeta y creando un “Corán” en bereber. El Reino Barwata fue conquistado y destruido por el fundamentalismo almorávide después de 1062, no sin antes mantener en el siglo X (reconoce Abdallah Laroui) “relaciones con el Califato Omeya”; Laroui atisba una base doctrinal cristiana en la religión barwata tamizada por la ideología shií (¿influencia del Reino Idrisi?) y, en todo caso, una “alteración de las prescripciones coránicas”, berberizándolas, preguntándose finalmente y no sin intención: “¿Por qué este Islam berberizado no se ha extendido al norte ni al sur, cuando ningún obstáculo lo impedía?”.

“La Historia no registra casi ningún conflicto entre estos reinos, que a veces ni siquiera llegaron a tener contactos directos entre sí permaneciendo separados por cabilas independientes”, señala Azzuz Hakim, mientras que para Terrasse “Limitaron su esfuerzo a someter y a mantener el orden en las tribus de su zona normal de acción, a islamizar y a dotar de un mínimo de organización a estos estados aglomerados recientemente bajo el signo del Islam ortodoxo o herético”. Este sincretismo religioso y la paz gozada por estos pequeños reinos hasta los siglos IX y X, afirma Azzuz Hakim, “permitió que el Maghreb creara y consolidara las formas de su nueva vida musulmana, por haber llegado a ser cada uno de esos estados un activo foco de islamización bajo doctrinas diversas, pero con formas bastante semejantes de un Islam bereber”. Advirtamos finalmente que la historiografía marroquí (Touhami y otros) suele ignorar la existencia de éstos reinos, centrándose en el Reino Idrisi.
 

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