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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 27 DE AGOSTO DE 2008

 

OPINIÓN / ALGO MÁS QUE PALABRAS

Hacer oídos sordos
 


Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
 

Hacer oídos sordos es el deporte nacional con más medallas. He aquí una ínfima muestra: Los ayuntamientos hacen oídos sordos ante el problema del ruido. La prueba es que ninguno ha presentado el plan exigido por ley para frenar las agresiones acústicas. Como canción del verano tenemos siempre la misma: la falta de médicos. Prohibido ponerse enfermo en agosto. Parece que no hay falta de médicos, sino una mala distribución de los mismos. Pues no hagan oídos sordos por más tiempo y distribuyan los recursos, que no son palabras necias, sino la realidad pura y dura. Oídos sordos al castellano que es la lengua española oficial del Estado. El ratón Pérez se ha llevado consigo el que todos los españoles tengan el deber de conocerla y derecho a usarla. Oídos sordos a la bandera de España en sus edificios públicos y en sus actos oficiales. Oídos sordos, en fin, a tantas inseguridades y a tan pocas garantías jurídicas.

La sociedad, en demasiadas ocasiones, parece estancada en aquello de que por uno me entra y por otro me sale. Nadie parece tener sentimiento de culpabilidad por nada ni por nadie, y mucho menos conciencia de haber violado una obligación. El caradura suele jugar con ventaja en un campo corrupto como el actual, donde la sordera interesada es el pan nuestro de cada día. No hay nadie que nos libre de esta prisión. Nos queda esperar a las nuevas generaciones. Lo que si se lleva ahora, quizás más que ayer, y deseo que también más que mañana, es el orgulloso sentimiento de superioridad, la jerarquía llevada al último extremo. Todo esto regado con el espumoso don dinero. Pero a la hora de la verdad, ¿quién responde por tantas penas que podrían haberse evitado? No me extraña que viendo el vía crucis presente, los jóvenes españoles pidan mucha más mano dura, inclusive la cadena perpetua. Frente a una ciudadanía que se deja cautivar y cultivar por la duda y el cinismo, la pasividad y la impotencia, hay una juventud dispuesta a llamar a las cosas por su nombre y a poner a cada cosa en su sitio. Son nuestra luz en la noche de cuchillos afilados.
 

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