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cultura - JUEVES, 4 DE SEPTIEMBRE DE 2008


un momento del espectaculo. reduan.

espectaculo
 

Los caballos andaluces
brindan una noche de arte

El espectáculo ecuestre provocó los aplausos de los ceutíes en más de una ocasión, que observaron con admiración la semblanza y la maestría de la pura raza española tanto en los números de la doma clásica como en las dos muestras de la doma vaquera
 

CEUTA
Cristina Marzán

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Sobre las ocho de la tarde de ayer, el escenario ecuestre improvisado en el Parque Urbano Juan Carlos I comenzaba a llenarse. Los ceutíes se ubicaban en las gradas buscando los mejores huecos para poder ver el espectáculo que más tarde comenzaría con la semblanza y el poderío de los caballos andaluces. Una muestra que se prolongó hasta las diez y cuarto de la noche aproximadamente y que despertó los aplausos y la sonrisa de todos los espectadores en más de una ocasión.

Los preparativos para la ocasión comenzaron sobre las siete y media de la mañana de ayer, cuando todo el equipo de la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre, conformado por jinetes, mozos y caballos, salía de Jerez con destino a Ceuta. El barco zarpaba a las once para llegar casi al mediodía a la ciudad autónoma, donde los animales fueron desplazados a Viña Acevedo a descansar para su posterior actuación.

Los preparativos comenzaron sobre las seis de la tarde, cuando los mozos iniciaban la limpieza de los ejemplares para posteriormente desplazarlos hasta el improvisado escenario ecuestre en el Parque Urbano Juan Carlos I. Los primeros en llegar a los aledaños del parque fueron los propios jinetes y los mozos, que transportaban los vestuarios y accesorios del conjunto. De manera paralela, las gradas del recinto comenzaban a albergar a los primeros espectadores, que con curiosidad y ansiedad esperaban la llegada de la pura raza española.

Enormes camiones llegaron a las ocho de la tarde albergando a los impetuosos ejemplares que lucían un brillo indescriptible en sus crines. Y comenzaba la cuenta atrás, donde los nervios fueron los primeros enemigos del momento. Los mozos, peinando y trenzando los cabellos de los animales a la vez que les colocaban los primeros adornos goyescos. Y los jinetes, colocándose sus elegantes vestuarios con aires románticos. Toda una sesión digna de admirar pero nada sorprendente comparado con lo que más tarde se podría observar.

Sin interrumpir la puntualidad, a las nueve de la noche comenzó el espectáculo ecuestre; una muestra que compaginó la poesía de un misterioso narrador, el clásico y flamenco del ritmo andaluz, la figura esbelta de los jinetes y la disciplina de la raza española.

La exhibición arrancó con la pureza de la dama vaquera; los jinetes, con traje de corto y los caballos con ornamentos de cuero, recreando el verde campo andaluz y el guiado del ganado en pleno monte. La música, rozando palos del flamenco como estribillos de alegría acompañados por la falseta de la guitarra española. Y el trote de los ejemplares, acompasados por el sonido ambiente. ¡Increible!, ¡Sorprendente!, ¡Maravillosos!. Las primeras palabras con las que el público calificaba los dos números que inauguraban la maravillosa muestra.

Y con las ovaciones del público y los versos sonoros de introducción llegaban los vestuarios a la usanza del siglo XVIII, dando paso a la doma clásica y los refinados ejercicios de la Alta Escuela. Con música netamente española y clásica adaptada, interpretada por Luis Cobos y Manuel Carrasco aparecían los primeros saltos y levadas de los caballos andaluces, que lucían monturas y decorados granates y dorados que respladecían sobre sus brillantes lomos. Animales que simbolizan una raza muy cuidada desde hace más de 500 años y que despiertan la mirada de cualquier observador, no sólo por la disciplina que mostraron durante todo el espectáculo sino por la belleza y la exuberancia de sus figuras, que encandilaron a los más pequeños de las gradas.

Bajo el título de ‘Trabajos en la mano’, los caballos ejercitaron el paso español, el piaffer (trote en el sitio) y la equitación antigua con levadas, cabriolas y corbetas. Movimientos que encandilaron a los espectadores y que arrancaron los aplausos de todos los presentes. Hasta que por fin llegaba Invasor, un ejemplar que cumple los 19 años de los cuales diez, han garantizado el éxito y el reconocimiento de la escuela de Jerez ya que ha sido ganador de múltiples campeonatos y medallas a nivel nacional e incluso internacional en varias olimpiadas. Invasor junto a Rafel Soto, su jinete, mostraron la ‘Fantasía Olímpica’, un número fantástico en el que la falseta de la guitarra española y los pasos del caballo se fundieron en un solo movimiento repleto de magia y encanto. Los toquecillos de la rumba se hicieron patentes en el popurrí musical que envolvió la magestuosidad de esta secuencia olímpica. En el penúltimo de los números, ‘Riendas largas’, la sincronización y la relación comprendida entre el caballo y el jinete parecían increibles, tanto que el ejemplar similaba a un lazarillo en la oscuridad de la noche. Idea romántica que se esclarecía con el suave sonido de los violines y el envolvente compás del piano. Aunque más tarde se harían presentes los ritmos del pasodoble español. Y el broche final, el esperado carrusel titulado ‘Son y ritmo’; un desfile en el que participaron casi todos los componentes del espectáculo, realizando con hermosa armonía y perfecta simetría, ejercicios de la equitación académica, apoyos al galope y al trote, y passage (un movimiento en el que el caballo pareciera que estuviese flotando en el aire). En definitiva, una noche de arte con aroma andaluz.
 

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