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OPINIÓN - VIERNES, 5 DE SEPTIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Cóctel en el Hotel Tryp
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

La noche invitaba a pasear la ciudad. Y así lo hice con el editor de este medio, José Antonio Muñoz. El ambiente habitual de las calles céntricas se había trasladado al escenario ecuestre instalado en el Parque Urbano Juan Carlos I. En el cual los caballos andaluces acrecentaban su fama artística. Muñoz y yo caminábamos relajados, haciendo tiempo para asistir al cóctel que ofrecía el presidente de la Junta de Andalucía en el Hotel Tryp. Y a mí se me ocurrió contarle al editor lo que me había sucedido, esa mañana de miércoles, en la avenida de Sánchez-Prados.

Fue así: se me acercó una señora y me preguntó si yo era de Ceuta. Le respondí que no lo era por nacimiento pero sí por muchas otras circunstancias que no venían al caso contar. Pero ella, resuelta a decirme lo que pensaba, no dudó en halagar mis oídos: “Tiene usted la suerte de vivir en una gran ciudad. Créame que me habían hablado muy bien de Ceuta. Pero jamás pensé que fuera tan hermosa y que luciera de noche como luce...”.

Cumplí perfectamente con mi cometido, agradeciendo a la visitante de qué manera me había expresado la inmejorable impresión que le había causado una ciudad que a mí me encandiló ya cuando no se parecía ni por asomo a la actual.

La verdad es que hablar de los encantos de esta tierra es exponerse a que salga Aróstegui, con su carácter avinagrado y su sensibilidad apolillada, mostrándose iracundo en su dardo, por atreverme a decir, una vez más, lo que es axioma: Ceuta está preciosa y los visitantes se la comen con los ojos.

Las palabras de aliento de la señora, al recordarme que era muy afortunado por estar empadronado en esta tierra, necesitaban ser celebradas. Y a fe que lo hice... Eso sí, gracias a que el presidente de la Junta de Andalucía me había invitado al cóctel que ofrecía en el Hotel Tryp, con motivo de su visita oficial a la Ciudad Autónoma de Ceuta.

La planta quinta del Hotel Tryp estaba repleta de invitados. Había ambiente grande y la conversación, en los primeros momentos, la acaparaba el espectáculo ofrecido por jinetes y caballos andaluces. Inmaculada Meni, la esposa del delegado del Gobierno, nos contaba lo mucho que había disfrutado en la función ecuestre. A propósito: esta señora propicia, con su forma de ser, que la figura de su marido se agrande.

Salvador de la Encina más que agrandado estaba crecido. Y tiene sus razones: aceptó en su día una tarea delicada y ha sabido encauzarla sin perder un ápice de credibilidad. De la Encina tuvo palabras de elogios para Juan Vivas y me aclaró que él nunca ha dejado de mirarme con buenos ojos. Y tampoco escatimó elogios para el editor de este medio.

José Antonio Muñoz, Jesús Lopera, director territorial del Ingesa, y Juan Díaz Triano hablaban con verdadero interés, mientras yo buscaba la compañía de Fernando Jover y su esposa. Reunión a la que se sumó, durante un buen rato, Beatriz Palomo. Me interesé, lógicamente, por María Antonia, la hermana de Beatriz. Y Sergio Moreno me dijo que estaba de vacaciones. A Fernando Tesón, teniendo como testigo a Josefa Vilar Mendieta, secretaria de Gobierno de los juzgados y tribunales de Ceuta, le mostré mi afecto de siempre. Ya en la calle, volví a la carga: ¡Qué bonita está Ceuta!, ¿verdad, José Antonio? Y allá que nos despedimos.
 

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