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OPINIÓN - DOMINGO, 7 DE SEPTIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

La jindama de algunos
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Suena el teléfono cuando he finalizado la Miscelánea semanal y me dispongo a enviarla a la redacción. Quien llama es persona que está al cabo de la calle de lo que sucede en la ciudad. Y, aunque me queda tarea por delante, me cuesta mucho trabajo mostrar indicios de querer dar por finalizada la charla en un santiamén.

Es la manera de obrar que tengo con cualquiera. Sin pararme a pensar si es o no de interés lo que me vaya a contar. En este caso, reconozco que mi interlocutor sabe lo suyo y siempre me ha demostrado que, además de ser fiable, es un lince.

-Ya te vi metido en conversación con José María Campos en el cóctel del Tryp.

Con José María Campos y con muchas más personas que estaban allí. Con éste, en todo caso, me limité a intercambiar los saludos de rigor y poco más.

-Por supuesto. Te diré algo al respecto. En el grupo en el cual yo me encontraba, y que ni siquiera te dignaste a prestarle la menor atención, se habló de lo bien que parecías sentirte entre los socialistas.

Hubo un tiempo en que los miembros de ese grupo decían todo lo contrario. Y hasta hubo uno que gustaba de ensañarse conmigo porque según él parecía que yo vivía sólo y exclusivamente para cantar las excelencias de Juan Vivas. Mientras que de él no me acordaba nunca.

-¿Así que nos viste?

Como para no veros... Pero si disteis la impresión de estar reñidos con el mundo entero. O quizá es que os habían prohibido abandonar el rincón de seguridad que alguien había elegido para convertirlo en atalaya como símbolo del poder local.

-¡Alto!... Tú me conoces muy bien como para creer que la jindama es lo que me hacía permanecer amarrado a ese sitio.

Precisamente por conocerte es por lo que me extrañó que tanto tú como otros, tan dados a pasear el escenario, para intercambiar impresiones, donde se celebran las reuniones de ese tipo, estuvieseis encorsetados e incapaces, por lo tanto, de mostraros con la naturalidad que el acto requería.

-Me estás pegando la bronca. Si lo sé no te llamo...

No mientas. Tú me llamas porque sabes sobradamente lo que sabes: que mirar por encima del hombro a quien no está dispuesto a decir a mandar... que para eso estamos, reporta pocos beneficios. No en vano eres lo suficiente sagaz para comprenderlo.

-De acuerdo. Pero tampoco tu careces de astucia como para ignorar que uno se la juega a cada paso. Ay, si de mí dependiera, seguro que los socialistas, por más que el delegado del Gobierno esté ganando adeptos para la causa de manera prudente y silenciosa, no avanzaban ni un metro.

¿Qué insinúas...? ¿Acaso la forma de ser de José Fernández Chacón os está empezando a meter las cabras en el corral?

-Bueno, tampoco es eso. Pero siempre es mejor contar con un enemigo a quien poder echarle las culpas de todo lo malo que ocurre en Ceuta, cuando pintan bastos. Y Fernández Chacón, la verdad sea dicha, está obrando como si llevara toda la vida en esta tierra. Y así, como tú comprenderás, no tenemos más remedio que reconocer su valía. Y seguir tragando.
 

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